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Mariana y una lección de sexo
Fecha: 11/11/2025, Categorías: Hetero Autor: Pepitito, Fuente: CuentoRelatos
No lo quiero engañarlo estimado lector. Mariana era muy poco agraciada. Tenía para la época donde comienza este relato, más de 40 años, 42 para ser exactos. Alta, medía cerca de 1,70 cm, y no pesaba más de 52 kilos. Era flacucha y lo único que podría afirmarse que sobresalía de su físico, era unas tetitas pequeñas pero macizas y coronadas con unos pezones que parecían pitones. Su rostro era aguileño y su cabellera lacia y oscura, los ojos color castaña. Definitivamente nunca hubiera sido Miss Universo. A esa falta de atributos físicos tenía a mi criterio dos cualidades. Era muy inteligente y cogía maravillosamente bien, yo diría que, en esto, bien podría haber sido campeona mundial. Claro que esta última cualidad no llegué a conocerla hasta que se dio la ocasión. Ella era la encargada de una de las sucursales de una cadena de farmacias donde yo solía comprar mis medicinas. Creo que lo que me atrajo desde un primer momento fue su sonrisa, su cálida mirada y la atención que ponía a mis pedidos. O tal vez no era nada de eso, sino uno de esos encoñes que uno tiene sin razón para ello. La verdad es que desde el primer día que la conocí me propuse liarme con ella. Yo me había divorciado un par de años antes de conocerla. No tenía hijos y vivía mi soltería en un apartamento acogedor en un moderno barrio de mi ciudad. No tenía compromisos y gozaba de mi libertad con amores pasajeros. Olvidé decir que tenía 50 años en esa época. A las habituales visitas para comprar lo ...
... necesario, con el afán de verla inventaba otras oportunidades. En mis visitas a la farmacia buscaba la oportunidad de avanzar sobre ella, la cantidad de gente que siempre había allí lo hacía imposible. Las cosas quedaban siempre en palabras gentiles y miradas cariñosas. Solo un milagro haría posible acercarme a ella. Y ese milagro se dio. Nos encontramos un día sábado por la mañana en un comercio de la zona. Ella salía y yo llegaba. —Hola Mariana, ¿cómo estás? Que casualidad encontrarte. Dichosos los ojos que te ven. —Buen día Carlos. Todo bien. ¿y tú? —Lo mismo de siempre, pero hoy sin apuro porque es sábado. —Yo aprovecho para poner al día mi casa… —me respondió. Hubo un cruce de cálidas miradas que me permitieron decirle… —Veo que estás apurada. ¿Por qué no nos encontramos a tomar un café y charlar? Sorprendida por mi avance, respondió… —De acuerdo, me gustaría. Te dejo mi número de teléfono. Me apresuré a anotar el número y nos despedimos. Mariana tomó la iniciativa y me dio un cálido beso en la mejilla que me sorprendió gratamente y que por supuesto devolví de igual manera. Pasado unos días, aguantando mi inquietud por hacerlo, llamé a Mariana proponiendo vernos el sábado siguiente. Aceptó de buena gana y acordamos hora y lugar. La reunión fue muy amena y grata. Compartimos los sucesos de nuestras vidas, hablamos de cine, música, y temas varios. Tan afable fue la conversación que sin darnos cuenta llegó la noche. Se me ocurrió seguir el ...