1. Mi primera vez como sumisa


    Fecha: 19/11/2025, Categorías: Dominación / BDSM, Autor: Zarina, Fuente: CuentoRelatos

    Es blanco pero tostado y de ojos verdes, poco más de 50 años, se ve duro, bajo, pelo corto y tieso y todos lo tratan con respeto. De verdad me gustó desde la vez que fue solo unos momentos a la fiesta de Cristina. Tiene manos toscas pero cuidadas.
    
    Esa noche en la casa de la playa, después de jugar a las cartas salimos a la terraza a tomar un trago. Nos dimos unos besitos y luego otros ya con apretón y lengua mientras me recorría piernas y trasero. Entramos a su dormitorio por la cocina para que los que jugaban no nos llamaran. Se sentó en el borde de la cama, me puso de pie frente a él y comenzó a desabrocharme la blusa y luego sacarme el brasier.
    
    Yo inmóvil trataba que mis nervios no me traicionaran, casi un año sin sexo y más de 20 con la luz apagada, dejaba a sus manos acariciarme la espalda y su lengua y sus dientes en mis pezones me daban escalofríos de lo bien que los sentía. Me hizo retroceder, me desabrochó el pantalón y me dejó frente a él, sola con mis pantaletas. Temí que estuvieran húmedas.
    
    Luego me tomó con ambas manos por la cintura me dio vuelta y me recostó en la cama, encendió una velas apagó las luces y se sentó a mi lado acariciándome, yo estaba algo mareada por los dos wiskis, pero no podía negarme a esas sensaciones, me encantaba como me recorría esa mano áspera que subía desde mi entrepierna hasta mi cuello.
    
    —Estas mojándote, putina —me dijo. Su voz sorprendió al silencio y exorcizo ese estado de gracia que vivía, sobre todo porque me ...
    ... pareció una ordinariez que me llamase así.
    
    —Zarina, —le dije molesta. Muy molesta en verdad.
    
    —Putina —me dijo más suave sonriéndose.— Y hoy día te voy a bautizar.
    
    Y siguió acariciándome sin hacerme mayor caso. Luego me puso boca abajo y metió su mano entre mis piernas, devolviéndome a un estado de subordinación que verdaderamente me transportaba. Deslizó mis pantaletas por ambas piernas hacia mis pies y me dejó boca abajo desnuda en la cama. Y ya a punto. Lista. Entregada. Y se dio cuenta de ello. Acomodó una almohada bajo de mis caderas que levantaron mi trasero. Yo me sentía a cien, levantaba mis glúteos para que los tomara y el paseaba su dedo por mi hoyito, luego bajaba su mano a mi rajita que estaba muy muy mojada.
    
    —¿Sigo? —Me susurró con sus dedos pellizcándome el clítoris.
    
    —Siiii, por favor —le pedí con una sonrisa entre suspiros susurrándole.
    
    —Viste que eres putita… Mi putina —me dijo.— Reconócelo. Dilo… Mientras me magreaba el sexo.
    
    —Putina, —le dije después de un silencio, murmurando con la cara enterrada en la almohada y siguiendo con mi cuerpo su mano para que no se despegara de él.
    
    —Más fuerte, que no te escucho amor. —Me gustó que dijera amor.
    
    —Putina. Soy tu putina —le dije y me mordí los labios junto a la sábana donde hundía mi cara.
    
    Y siguió. Yo movía mis caderas buscando el contacto de mis labios mojados con sus dedos. Estaba muy muy excitada ya, como nunca creí que yo señora profesora, señora directora, ejecutiva de banco pudiera ...
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