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La playa
Fecha: 20/11/2025, Categorías: Voyerismo Autor: SemmelWeis, Fuente: TodoRelatos
La playa estaba desierta. La temporada de verano había acabado, y aunque la temperatura seguía siendo agradable, la hora temprana y la ausencia de turistas me permitían pasear solo por la arena. Me gustaba esa sensación: escuchar el sonido relajante de las olas y sentir cómo la brisa marina parecía envolverme por entero. Casi creía que no había nadie más en el mundo, y yo mismo me fundía con ese paisaje natural, formando parte de algo mágico y maravilloso. Ese momento se había convertido en una rutina casi sagrada, una fecha que apuntaba en el calendario. Mientras los demás hacían planes para pasar el verano juntos, yo esperaba, solo y apartado, a que todos se marcharan. Nunca me interesaron esas reuniones multitudinarias, donde el murmullo del mar era acallado por el ruido frenético de las voces: gritos y risas especialmente molestas, que no decían nada coherente ni tenían pizca de gracia. Pero el verano había acabado, y por fin podía disfrutar de esa calma y tranquilidad que tanto echaba de menos. Era una playa amplia, y la marea baja la hacía parecer aún mayor. Los bajos arenosos se extendían hasta el mar desde las grandes dunas costeras, y la arena fina y dorada estaba salpicada aquí y allá por una vegetación de plantas rastreras y arbustos espinosos. Los equipos de limpieza habían cumplido con su labor, y casi costaba creer que solo unos días antes aquel entorno místico y sagrado hubiera estado lleno de gente ruidosa, sucia y desconsiderada. Por fin la playa ...
... lucía como debía: limpia y hermosa; y yo podía disfrutar de su belleza y sentirme embriagado por su fragante aroma marino. El contacto de la arena sobre mis pies descalzos era una caricia sedosa, y el ulular del viento, un murmullo cálido y revitalizante. De vez en cuando, el graznido de las gaviotas armonizaba aquella melódica pureza, en una sincronía perfecta que me transportaba hasta los cielos y me hacía volar muy alto. Fue entonces cuando escuché otro sonido agudo y entrecortado. En un primer momento lo confundí con el canto de las gaviotas, pero no tardé en darme cuenta de que aquellos grititos ahogados tenían un origen bien distinto. Movido por la curiosidad, avancé por la arena. Algo dentro de mí se sentía tenso y encogido, y me hacía andar de forma sigilosa. Era como si supiera que me estaba acercando a un lugar prohibido, y mi instinto buscara prevenirme y hacerme pasar desapercibido. Cuando llegué hasta las dunas, el sonido se volvió mucho más evidente. El viento soplaba en mi dirección, y me traía los gemidos, tórridamente intensos y escandalosos, de una mujer. ¡Y qué lenguaje tenía! La manera de expresarse era obscena, chabacana... más aún. Ni siquiera sé cómo describirla. No había una sola palabra que pudiera usarse en sociedad sin sonrojarse, y las expresiones que utilizaba, además de sumamente gráficas, parecían ser la misma representación de la lujuria. Casi sin atreverme a respirar, me asomé entre las dunas, y lo que vi me detuvo el corazón en el ...