-
La playa
Fecha: 20/11/2025, Categorías: Voyerismo Autor: SemmelWeis, Fuente: TodoRelatos
... pecho y me sacó los ojos de las órbitas. Sí, era una pareja. Y sí, estaban follando. Perdón por mi lenguaje, pero no creo que haya otra manera de describir aquel acto animal y salvaje que entrelazaba sus cuerpos desnudos y sudorosos. Aquello no era hacer el amor. No había ni ternura ni romanticismo, ni una pizca de delicadeza. Ninguno de los dos buscaba esa comunión empática capaz de fusionar sus cuerpos y sus almas. No. Era un acto sexual en bruto, salvaje, animal, y parecía sacado de una mente sádica y pervertida. Ella estaba sentada sobre él, moviéndose arriba y abajo de forma frenética, enclavada sobre su gran falo enhiesto. Debo reconocer que su tamaño me impresionó, y eso que solo veía la parte que no lograba entrar en su interior, por más que ella lo intentaba. Con cada nueva sentadilla, parecía querer caer con más fuerza, clavarse en él más y más profundo, atravesar el cuello del útero y llegar hasta sus mismas entrañas. Además, como el grosor de aquel enorme miembro venoso era parejo a su longitud, hacía que sus labios vaginales se vieran tremendamente tensos y dilatados. Yo creía que su carne roja y humedecida no soportaría aquel esfuerzo, que una nueva flexión acabaría por desgarrarla. Sus gritos de dolor y placer ...
... así parecían indicarlo; sus comentarios obscenos y lujuriosos, y la forma en que destacaba lo llena que se sentía. Sin embargo, eso no la detenía. Se alzaba y se dejaba caer. Se alzaba y se dejaba caer. Y cada vez que lo hacía, la playa entera parecía estremecerse bajo sus cuerpos. No sé qué me pasó entonces, ni qué pérfido sátiro se apoderó de mí. De repente, me descubrí con los pantalones en los tobillos, tratando de aliviar el fuego ardiente que se había acumulado en mi entrepierna. Mi muñeca se movía al mismo ritmo que ella, mientras mi mano apretaba cada vez con más fuerza. Estaba poseído, dominado por un fogoso deseo que me hacía olvidarme de todo lo demás. Pudor, vergüenza, recato, culpa... Nada importaba. Solo calmar ese picor insistente que me taladraba de pies a cabeza. Sé que me vieron, aunque ninguno me prestó demasiada atención. Yo tampoco intenté ocultarme. Solo cuando acabé, totalmente exhausto y estremecido, comprendí lo que estaba haciendo. Miré a mi alrededor, temiendo que alguien más estuviera presente, y me alejé de allí corriendo como alma que lleva el diablo. Desde entonces, el grito de las gaviotas me persigue. Y aunque juré que nunca más volvería a la playa, regreso allí más a menudo que de costumbre.