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Clara y Marc, una lucha de poder
Fecha: 02/12/2025, Categorías: Dominación / BDSM, Autor: Jon Dom 50, Fuente: TodoRelatos
Queridos lectores, me llamo Clara, tengo 38 años, y soy la directora de Recursos Humanos de una de las consultoras más exigentes del país. No me impresionan los currículums, ni los trajes de marca, ni las sonrisas falsas. Lo único que me excita es el poder. Y hoy, por primera vez en años, alguien lo ha puesto en duda. El candidato se llama Marc. 25 años. Un chico inglés, graduado en Harvard, con honores. Ex jugador de rugby. Fotos en Instagram con copas, yates y mujeres que parecen muñecas inflables. El típico niño rico que cree que el mundo le debe algo. Al entrar en mi despacho, me quedé helada. No por su físico —aunque es brutal: metro noventa, hombros de atleta, brazos marcados bajo la camisa, y una mirada que no pide permiso, sino que lo exige. —Buenos días, señora Durán —dice, con una voz que vibra en mi columna. —Clara —corrijo—. Aquí no hay señoras. Solo jefas. —Clara —repite, y el nombre suena como una caricia sucia. Durante la entrevista, responde con una precisión que me pone la piel de gallina. Habla de mis proyectos, de una conferencia que di en Madrid hace seis meses. —Su teoría sobre el liderazgo femenino fue… reveladora —dice—. Escribí un ensayo sobre ello. —¿Y qué concluyó? —Que las mujeres como usted no dominan por autoridad. —¿No? —Dominan porque los demás quieren ser dominados. Me quedo en silencio. Nadie me ha hablado así. Nadie se había atrevido. Y sin embargo… no lo descalifico. Lo miro. Y por primera vez ...
... en años, siento un calor húmedo entre las piernas. —La sesión termina aquí —digo—. Le avisaremos. —Claro —responde, levantándose. Pero antes de salir, añade— Si quiere ver lo que realmente puedo hacer… puedo quedarme un rato más. A solas. Cierro la puerta con el mando. Las persianas bajan automáticamente. El aire acondicionado se apaga. Solo queda el silencio. Y el latido de mi coño. LA PRUEBA DE OBEDIENCIA —¿Qué pretendes con esto, Marc? —pregunto, sin levantar la voz. —¿Quieres que avise a seguridad? —Demostrarle que no soy como los demás. Que no le tengo miedo a usted. —¿Y por eso vienes a provocarme? —No la provoco. La desafío. Es una diferencia sutil, como usted sabrá apreciar. Da un paso hacia mí. Yo no retrocedo. Lo miro. Y me acerco. Le cojo la corbata. —Quítate la chaqueta. Obedece. —La camisa. La desabrocha lentamente. Cada botón es una provocación. —Los zapatos. Lo hace. —Ahora… arrodíllate. Y lo hace. —¿Sabes por qué te estoy haciendo esto? —Porque necesita controlar a alguien. —¿Y tú? —Yo necesito que me domines. Me quito los tacones. Me subo la falda. Llevo un tanga de encaje negro, y ya está mojado. —Tócalo. Lo hace. —Está empapado —dice. —¿Y qué haces con una jefa mojada, Marc? —La obedezco. —¿Cómo? —Como usted ordene. Le cojo la cabeza y la acerco a mi coño. —Límpialo. Con la lengua. Se abalanza. No es suave. Es voraz. Me lame como si fuera ...