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La mujer misteriosa en el parque
Fecha: 09/12/2025, Categorías: Transexuales Autor: Mary Love, Fuente: TodoRelatos
Soy Arancha, tengo 20 años, y mi cuerpo es una llama que se aviva con el menor soplo. Un roce, una mirada, un susurro, y ya estoy ardiendo, buscando un rincón donde mis dedos puedan apagar el deseo que me consume. Los chicos de mi edad no saben llevarme al cielo; se derraman apenas rozan mi coño, dejándome atrapada en un anhelo insatisfecho. Cansada, decidí buscar la chispa de la experiencia: hombres o mujeres maduros, con esa maestría que solo los años regalan. En el parque o en la playa, siempre se acercan, y yo, con un latido acelerado, elijo con quién encenderme. Ayer, en el parque, ocurrió algo que aún me hace vibrar. Estaba sentada en un banco, con El infinito en un junco de Irene Vallejo entre las manos, las palabras danzando ante mis ojos sin lograr atraparme. El sol besaba mi piel, y mi faldita corta blanca a cuadros grandes se deslizaba por mis muslos, insinuante. Mi jersey de hilo fresquito, con las mangas recogidas por las axilas, se aferraba a mis curvas como una caricia. Sabía que mi presencia atraía miradas, y lo disfrutaba. Entonces, ella apareció. Una mujer de unos cuarenta, radiante, con un vestido veraniego que moldeaba sus formas con una elegancia sensual. Su cabello oscuro caía en ondas suaves, y sus ojos, profundos como un secreto, me atraparon al instante. Se sentó a mi lado, sin pedir permiso, y su sonrisa fue un destello que encendió mi pulso.—Magnífico libro —murmuró, señalando mi ejemplar de Irene Vallejo, su voz aterciopelada deslizándose por ...
... mi piel—. Irene narra con tanta maestría la historia del libro… A mí me ha hechizado. Su inteligencia me cautivó, pero fue su aura, esa mezcla de sofisticación y deseo contenido, lo que me hizo estremecer. Asentí, mordiéndome el labio, mientras ella se inclinaba un poco, su perfume cálido envolviéndome como un abrazo.—Eres una visión —susurró, sus ojos recorriendo mi cuerpo con una lentitud que me erizó la piel—. Esa faldita… deja entrever justo lo necesario para despertar fantasías. Y tu piel, tan suave, parece suplicar que la acaricien. Cada palabra era una caricia invisible, un roce que avivaba el calor entre mis piernas. Intenté volver al libro, pero su voz, ahora más grave, me atrapó.—Tus labios, tan llenos, deben saber a néctar —continuó, mirándome la boca con un hambre que me hizo temblar—. Y ese jersey… se ciñe a ti como si quisiera fundirse con tu cuerpo. Eres puro deseo, ¿lo sabes? Mi coño palpitaba bajo la falda, y ella lo sabía. Lo veía en el rubor de mis mejillas, en cómo mis muslos se apretaban buscando alivio. Me preguntó si vivía cerca, su voz un susurro cargado de promesas. Dejé el libro a un lado y, con el corazón galopando, la invité a mi apartamento. En el ascensor, sus dedos rozaron mi cintura en “accidentes” que encendieron mi piel. Cuando cerré la puerta de mi piso, el aire se volvió denso, eléctrico. Nos miramos, y sin una palabra, nuestras ropas cayeron como pétalos. Su vestido reveló un cuerpo de curvas perfectas, piel suave que invitaba a ...