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Paola (parte 3)
Fecha: 12/12/2025, Categorías: Incesto Autor: Montes Federico, Fuente: CuentoRelatos
Me quedé dos días más con Paola en la casa, en los cuales la pasamos casi todo el tiempo en la cama. Ella era insaciable y yo estaba como potrillo joven. Disfrutar de una chica así, tan joven, linda, fogosa, sensual y abierta para el sexo, era algo que no contaba con volver a gozar. Fui aprendiendo cuales mimos la calentaban más (los pezones eran uno de sus puntos más sensibles), cómo disfrutaba más mis lamidas y dedos. Ella, por su parte, rápidamente se amoldó a coger sin apuro, a estirar los mimos y caricias, a mantener el tiempo de penetración y mantenerme la pija dura. Estaba descubriendo, según sus dichos, un sexo más rico y pleno. Me fui a casa porque, pese a que no tenía obligaciones, había algunas cosas a atender como recibir a la piba que limpiaba o ir a mis sesiones de pilates y por otro lado extrañaba las rutinas que ya eran parte de mi vida. El miércoles llegué a casa y volví a mi mundo. Pero el wasap fue la vía de mensajes entre los dos y los mensajes eran todos de un formato bastante parecido, con Paola a la ofensiva de escribirme. “Mi conchita te extraña” o “Quiero chuparte esa pija hermosa” son una muestra de nuestra correspondencia virtual. El viernes me llamó a la mañana para avisarme que a la tarde iba a mi casa y pidiéndome que le haga sopa de cebolla y una bondiola al horno con mostaza y canela. A las 18 horas sonó el timbre y, cuando abrí la puerta, Paola entró como torbellino, me abrazó, me besó y me dijo que no haga planes porque pensaba ...
... secuestrarme todo el fin de semana. Ya había pensado que por ahí venía la mano y me había surtido de ingredientes para cocinar hasta el lunes. La calmé, le dije que me encantaba que se quede y quince minutos después estábamos desnudos en la cama acariciándonos. – “Hoy voy a llevarte por otro camino del sexo. ¿Estás dispuesta a seguirme?”, pregunté. – “Donde quieras, mientras sea coger con vos” Le dije que se ponga boca abajo, le di dos nalgadas y le ordené que cerrara los ojos. Fui a la mesa de luz y abrí mi caja de juguetes, saqué una venda ciega y se la pusa, luego extraje unas esposas de cuero forradas por dentro en felpa con las cuales le amarré las muñecas y se las até al respaldo. Después le coloqué una mordaza con una pelota de goma suave que le tapaba la boca. Ella me dejaba hacer sin hablar. Me puse sobre ella, le unté con crema con alcanfor la espalda y empecé desde el cuello hasta los pies con masajes de caricias mezcladas con besos, fui acariciando su espalda, sus nalgas, los muslos y bajé despacito hasta los pies. Los tomé en mis manos y los fui masajeando y así, parte por parte, fui aflojando su cuerpo, cuidándome bien de evitar cualquier masaje en sus zonas erógenas. Me llevó veinte minutos que se aflojara totalmente. Volví a subir hasta sus nalgas y pasé mi dedo sobre la raya, rozando apenas su ano y su vagina. Tembló toda cuando lo hice. Seguí acariciando su espalda, la besé toda y besé su cuello. Luego, con delicadeza, la hice girar. La besé en la boca y ...