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La picazón oportuna
Fecha: 17/12/2025, Categorías: Hetero Autor: Vizconde, Fuente: CuentoRelatos
Hacía unos días que venía teniendo una picazón molesta en algunas partes de mi cuerpo. A simple vista parecía que eran pequeños granitos los que habían aparecido, pero luego de verlos bien y por la cantidad que habían salido me incliné a pensar que se trataba de alguna enfermedad eruptiva, de esas que son muy molestas y que tardan mucho en irse. Por eso, algo temeroso y dudando, decidí sacarme de una buena vez la duda que tenía. Fui al servicio de dermatología del hospital que voy siempre. Al llegar, me hice anunciar, y me quedé esperando hasta que mi turno llegara. Sólo éramos tres los que esperábamos: una pareja joven y yo. En un momento determinado, desde uno de los consultorios salió una doctora, de aproximadamente cuarenta años, estatura mediana, pelo castaño enrulado, de silueta delgada y muy poco simpática. Si bien yo estaba algo distraído pude percibir de alguna manera que me dio un rápido vistazo y pude escuchar: “Dejá que se lo tomo yo”. Se ve que en ese día la solidaridad de esta doctora para aliviar el trabajo de sus colegas era mayor de lo común. Dijo mi nombre y ambos fuimos al consultorio correspondiente. Al entrar ella ya estaba sentada, lista y al saludarla esbozó una sonrisa sugestiva. Su manera de mirar me intranquilizaba, no sé por qué. Yo lo único que quería era que esa maldita picazón no perturbara más a mi cuerpo. Le conté mi problema, a lo cual ella me pidió que le mostrara las zonas afectadas. En primer lugar, me quité el pullover azul ...
... oscuro, luego me desabroché la camisa del mismo tono, la abrí y le señalé dónde me picaba. Al volver mi vista sobre los ojos de la doctora vi —para mi sorpresa— que ella había estado contemplando toda mi anatomía. Se sobresaltó y rápidamente miró más atentamente la zona específica. Después le comenté que cerca de la entrepierna también me picaba. Le pregunté si era necesario que le mostrara aquella zona, a lo cual ella asintió como si fuera algo obvio. Desabroché mis jeans, me los bajé hasta que quedaran a la altura de la rodilla con algo de timidez. La notaba cada vez más excitada; podía ver que sus labios estaban más húmedos que cuando los había mirado antes. “Vení, acercate más a la luz”. Yo me encontraba en medio de aquel consultorio, semi-desnudo, solo con ella, que me tocaba suavemente, recorría las yemas de sus finos dedos por mi entrepierna, haciendo que mi pija fuera endureciéndose paulatinamente. Yo seguía en ropa interior, con mi torso desnudo, casi inmovilizado de pies por los jeans bajos mientras que las manos de la doctora tardaban en abandonar mi cuerpo. Parecían no querer irse. Yo esperaba que me dijera algo, aguardaba que me comentara el diagnóstico, quería saber qué tenía, y sólo recibía como respuesta un silencio que a esa altura me resultaba incómodo. Ella siguió tocándome y tocándome, y justo en el momento en que le iba a decir que se detuviera, la doctora curiosa me bajó mi ropa interior quedando mi inhiesto miembro al descubierto. “¿Y acá también ...