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En la plaza, con una vieja amiga
Fecha: 29/12/2025, Categorías: Erotismo y Amor Autor: inflame_blue, Fuente: CuentoRelatos
Después de años de ausencia en las redes sociales, la curiosidad lo llevó a reinstalar Instagram. Entre las notificaciones acumuladas, un mensaje resaltó como una chispa del pasado: “Te encontré, desaparecido. ¿Cuándo esos mates? Te extraño”. Era Julia, aquella chica del círculo de amigos que siempre lo buscaba, pero que él, por timidez y una diferencia de edad que entonces le parecía insalvable, había ignorado. Ella tenía 17, él 22, y esos cuatro años le pesaban como una barrera infranqueable. Con el tiempo, el grupo de amigos se había disuelto: algunos se pelearon, otros se enamoraron, y él se marchó de la ciudad para perseguir sus sueños. Cerrar sus redes sociales fue parte de ese proceso, una forma de cortar amarras y enfocarse en lo que realmente importaba. Así, perdió el contacto con todos, incluso con ella. Ahora, de vacaciones en su antigua ciudad, decidió responderle. La curiosidad por saber qué había sido de su vida lo impulsaba. Concretaron una reunión en la plaza, un lugar que evocaba recuerdos de tardes interminables y risas compartidas. Él, alto y delgado, con su habitual timidez, llegó puntual. Ella, gordita y bajita, con su energía contagiosa, ya lo esperaba. Su sonrisa era la misma, pero en sus ojos había algo nuevo, una madurez que el tiempo había esculpido. —¿Cuánto tiempo, no? —dijo Julia, abrazándolo con la misma naturalidad de antes. —Demasiado —respondió él, sintiendo cómo el pasado y el presente se entrelazaban en ese momento. Se ...
... sentaron en el césped, el mate entre ellos como un puente entre dos épocas. La conversación fluyó con facilidad, como si los años no hubieran existido. Hablaban de los viejos tiempos, de los amigos que se perdieron y de los que quedaron. Ella le contó de sus estudios, de sus sueños, de las veces que lo extrañó. Él, introvertido como siempre, escuchaba con atención, sus palabras medidas pero sinceras. El sol comenzó a ocultarse, y la plaza se vació poco a poco. La gente se marchaba, pero ellos permanecían allí, envueltos en una burbuja de nostalgia y complicidad. El aire se volvió más fresco, y las luces de la ciudad comenzaron a encenderse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. —¿Te acuerdas de aquella vez que nos quedamos hasta tarde aquí, hablando de todo y de nada? —preguntó Julia, su voz teñida de melancolía. —Cómo olvidarlo —respondió él, recordando aquella noche en la que ella se había acercado más de lo habitual, y él, inseguro, había puesto distancia. El silencio se instaló entre ellos, pero no era incómodo. Era un silencio cargado de significado, de cosas no dichas, de miradas que se cruzaban y se esquivaban. Julia se recostó en el césped, mirando las estrellas que comenzaban a asomarse. Él la imitó, sintiendo cómo la proximidad de sus cuerpos creaba una tensión que antes no había sabido manejar. —¿Sabes? —dijo ella, girando la cabeza para mirarlo—. Siempre me gustaste. Pero tú nunca me diste bola. Él la miró, sorprendido por su franqueza. ¿Cómo ...