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El amor de mi esclava
Fecha: 28/04/2018, Categorías: Dominación BDSM Autor: charlygaucho, Fuente: CuentoRelatos
... y desvelando mis anhelos. - Cuando estoy cogiendo con mi mina realmente espero que esté en este mundo viviendo lo que pasa y no en otro mundo. - Tenés razón. Perdoname. - Hacelo. - ¿Qué es lo que querés que haga? Raudamente mi mano derecha cayó sobre cada uno de los globos de su culo, después del segundo intentó cubrirse con sus manos. Se las tomé con la mano izquierda y las llevé hacia arriba. - ¡Nunca se te vuelva a ocurrir taparte mientras estás conmigo! Y allí cayeron los cuatro golpes restantes que llegaron a su destino con tanta fuerza que sus músculos oscilaron como si fueran flanes. Los últimos gritos casi eran aullidos. El ardor y el dolor debían ser importantes, pero esa hembra iba a ser domada. Fueron seis impactos muy fuertes -que se sumaban a los cuatro anteriores- que dejaron dibujadas mi palma sobre la tersa piel de sus pompis. - Por favor… no me pegues más, por favor… voy a hacer lo que quieras pero no me pegues más. - Entonces hacé lo que te dije… obedecé… Tomó sus globos con sus manos y separó esas masas de carne, dejando al desnudo total el fondo de la quebrada que contenía el ingreso al túnel del placer supremo. Lamí el surco de arriba abajo y de abajo a arriba. Una, dos, tres, diez veces mi lengua recorrió esa superficie deseada. No hubo rechazo. Había aprendido. Pero no sólo no hubo rechazo si no que también hubo aceptación. Sin pedido, comenzó ella a separar más aún sus globos, lo que me permitió concentrarme en mi labor. Ataqué la salida de su recto. ...
... Mi lengua asoló su ano, lamiéndolo y chupándolo. Mi saliva caía a borbotones sobre su estrecho agujero. Apoyé mi índice sobre ese anillo. Estaba tan estrecho y contraído que no dudé de su virginidad anal. Nuevamente apoyé mi lengua sobre la angosta salida y comencé a introducirla de manera de permitir que mi saliva lubricase la sequedad del esfínter. Cuando mi estilete de carne logró comenzar a distender las encogidas paredes, emití nuevamente abundante saliva para humedecer el camino. La lengua entraba cada vez más. Sus suspiros eran cada vez más audibles. Cuando logré vencer su resistencia comencé un movimiento de mete saca que logró que ella y su orto se fuesen relajando. Su ojete estaba ya humedecido, retiré la lengua y apoyé mi dedo. Cuando sintió que empezaba a entrar, su cuerpo se contrajo en una involuntaria reacción de rechazo que comprimió mi índice. Pero debió recordar lo pasado la vez anterior y se relajó nuevamente, dilatando levemente su anillo y permitiendo que mi dedo accediese a lo recóndito de su víscera. Lo metí hasta la articulación de la mano, lo extraje y lo volví a meter. Arrojé nuevamente un salivazo que ayudase y lo distribuí con mi dedo dentro de su argolla anal. Ya estaba humedecido. Ya había dilatado un poco. Era hora de acometer el asalto final y derribar la muralla final. Lo escupí por última vez. Me icé por sobre su cuerpo hasta que mi trépano se ubicó sobre la zanja que ella mantenía abierta. Me apoyé sobre su cuerpo. Acerqué mis labios a su ...