Historia del chip (029) Un lugar público - Enko 001
Fecha: 23/09/2017,
Categorías:
Control Mental,
Dominación
Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos
Enko se preparó para salir. Le dio un último vistazo a la corbata y cogió las llaves y el móvil. Fue en metro. Isabel estaba esperando dónde siempre. Sabía que no había nada debajo de la corta falda y sólo un incómodo sujetador de cuarto de copa cubriría sus pechos, aparte de la blusa delicada y elegante que llevaba. Completaba el conjunto un par de pendientes clásicos, un collar apretado y los tacones obligados. En su perfecto maquillaje, lo recibió con impaciencia. Sin dudarlo, introdujo la lengua en la de él. No quería que notase titubeo alguno sobre sus intenciones: era una cita destinada a follar. El hecho de que estuviese en un lugar público, -una cafetería-, no hubiera sido suficiente excusa. Enko no permitía fallos. Dicho de otra manera, sus amantes lo pagaban con creces. El perfecto roce de los pechos y los pezones hacía el encuentro todavía más penoso para Isabel. Odiaba con todas sus fuerzas ese tipo de sujetadores, pero si no lo hubiera llevado puesto, sabía que Enko se hubiera ido. Era inflexible. Pero lo que Isabel no sabía de Enko era que tenía habilidades especiales. Muy especiales. Entre ellas, la capacidad de sintetizar sustancias químicas que podían alterar la conducta y la percepción de cualquier persona. —¿Has llevado el sujetador todo el día? — preguntó Enko indiferente a quién pudiera oírlos. Isabel enrojeció. —Sí, amor. Tal y como lo tenemos establecido. —Así me gusta. ¿Y el tanga? —En el guantero del coche. —¿Quieres hacer el amor? Isabel tenía que ...
... decir explícitamente que sí. — Quiero que me folles, amo. — ¿Dónde has reservado? — En el Hilton de la esquina. — Pues… ¿a qué esperamos? Isabel movió las caderas con fuerza de un lado a otro, al igual que los pechos. Aparentando indiferencia al contacto de sus pezones contra el tejido. En cuanto estaba con Enko, su cuerpo pensaba automáticamente en hacer el amor. Su vagina se humedecía, sus pezones se endurecían, sus labios se preparaban para besar, su estómago se contraía, lo mismo que sus pantorrillas. Sus piernas trataban de alargarse y una sonrisa aparecía en su cara. No era consciente de todo el proceso. Sólo del deseo llevar a la cama a Enko o, -si no era posible-, hacer que la contemplase o la tocase. Estuvo contando el tiempo hasta que por fin llegaron al hotel, hicieron el check-in y por fin alcanzaron la habitación. Sin ni siquiera pensarlo, se quitó la blusa, el sujetador, la falda, los tacones y los pendientes. Lo guardó todo en un estante del armario. Sacó unas esposas del bolso y se las puso en una muñeca. Después llevó los brazos hacia atrás y enganchó el otro extremo de las esposas. Se soltaban con presionando un botón, que no podía alcanzar. Enko le dio nuevas instrucciones. —Desde ahora, llevarás esta venda que he te traído antes de ponerte las esposas. Siempre deberá ir en el bolso. También la usarás con tu marido. O con cualquier otro amante. -Sí, amo. Enko le puso la venda. Isabel abrió las piernas y las desplegó a cada lado de la cama, sin pensar en el ...