1. Madres sacrificadas 1: Cecilia paga por los pecados del hijo


    Fecha: 02/05/2018, Categorías: Incesto No Consentido Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... trataba de un cubo de hielo, pero todavía no adivinaba con qué le enfriaban los pezones y los muslos. Entonces un líquido cayó sobre su cuello, para desparramarse en sus tetas, y luego otro chorro de líquido helado bañó su cuerpo desnudo. Entonces supo que la estaban frotando con vasos que contenían alguna bebida alcohólica. Mientras dos de ellos se abalanzaban sobre sus pechos para chuparlos y sentir simultáneamente el sabor de su carne y el de la bebida, se sintió sucia, pero sobre todo se sintió muy puta, porque a su marido Fernando nunca se le hubiera ocurrido hacerle eso: condimentar su piel con una bebida, como si fuese un cacho de carne que se iban a devorar, pero los abusadores eran originales y ella ya estaba comenzando a disfrutar, tenía que reprimir los gemidos que le producían las mordidas en los pezones, las caricias en las piernas, y los masajes del tercer tipo, aquel que despedía un perfume que ella conocía pero no recordaba de dónde, que frotaba su lengua en el ano y cada tanto le daba cachetazos violentos en las nalgas. Más líquido cayó sobre sus tetas mientras alguien las saboreaba, esta vez le vaciaron una botella. Alguien separó sus labios vaginales, percibiendo la humedad del sexo, luego llevó un dedo húmedo y dibujando formas circulares le masajeó el clítoris. Cecilia abrió más las piernas y soltó un gemido involuntario “yo sabía que te iba a gustar” dijo la voz gruesa “miren cómo le gusta que la manoseen a la mamita de Tomi” le dijo a los demás, ...
    ... frotándole el dedo un buen rato mientras el otro seguía saboreando de sus mamas y el tercero escupía su ano para asomar sobre él la punta del dedo. El hombre que la hizo gemir reemplazó los masajes manuales con otros lingüísticos. Cecilia ya no podía ocultar su calentura, separó más las piernas y las flexionó un poco, para que el que estaba abajo pudiese meter su cabeza entre ellas y chupar con mayor facilidad. Mientras sentía el placer ahí abajo, comenzó a menear las caderas, como bailando al ritmo del tipo que la chupeteaba, mientras tanto un dedo le perforaba el culo, despacio, pero implacable, cosa que hizo arquear su cuerpo y largar un grito de placer. “muy bien Ceci, todos sabíamos que eras una putita reprimida, viniste obligada, pero te vas a ir agradecida” dijo aquella voz cortés que la había recibido ni bien llegó. El tercer hombre, silencioso, seguía escarbando el culo, cambiando de dedo cada tanto, parecían lombrices cavando agujeros en la tierra. Luego dejó de penetrarla, la abrazó, ella notó aquel aroma tan familiar, y también notó la piel desnuda y el miembro erecto apoyándose en sus nalgas. Pensó que le iba a hacer un anal, le dio miedo porque lo sentía enorme, pero el tipo se inclinó y en un rápido movimiento la levantó. Cecilia estaba suspendida en el aire, el tipo la agarraba de abajo de las articulaciones de las rodillas, y ella se sostenía apoyándose en el cuerpo del hombre. Tenía las piernas muy abiertas. No estaba segura de lo que querían hacerle, pero entonces ...
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