Sexo & Bar
Fecha: 12/05/2018,
Categorías:
Confesiones
Voyerismo
Autor: Roux Morrison, Fuente: CuentoRelatos
... tela negra no había nada. Sólo unos labios cerrados, bajo una corona de bello recortada en forma triangular. Como una flecha señalando el camino preciso. Nadie en el bar se percataba de lo que ella hacía, los comensales en las mesas que nos rodeaban estaban ocupados dialogando con sus dedos que se deslizaban sobre sus pantallitas brillantes a pesar de estar acompañados. No sólo ignoraban a su pareja, sino que también a la mujer tomaba las riendas de sus instintos. La mesera vino a mi mesa, y discretamente le hice la seña a la mujer de enfrente que cerrara las piernas para no ser descubierta, ella sonrió, y con el largo copete castaño, tapó la mitad de su rostro. Enseguida la mesera puso sobre la mesa unas bragas moradas de encaje, y la limpió. Dirigí la vista al rostro de la mesara, la cual, me guiñó el ojo y sonrió traviesa, y al terminar de limpiar, me arrojó las bragas al pecho como si fuera un vil trapo y se fue, sin cruzar mirada con la dama que se rozaba los muslos con la mano abierta, y tensaba las uñas al dejar marcas rosadas en su piel desnuda. Traté de cruzar la pierna, pero era una acción imposible de realizar. Y ella estaba en éxtasis por provocarme la parálisis de la carne. Tomé las bragas y las mordí, las olí, y las lamí, acción que hizo que la mujer gimiera en silencio, y se enrollara el cabello en el dedo índice, para lamerlo, y así, mojado, levantarlo e indicarme que fuera hacia ella. Me levanté como si la fuerza de gravedad no existiera, sin ocultar la ...
... erección. Para qué, todos seguían hipnotizados en sus estériles pantallitas. Cuando llegué a ella, sus piernas se cerraron. Saco la lengua, y la movió de arriba abajo viendo mi erección, la cual provocó que dos botones más de la blusa se desabrocharan. Pude ver la gloria que se cubría de encaje. Colocó su mano en mi pierna, y fue subiéndola, yo, a cada centímetro que ella conquistaba, me ponía más duro, y la mezclilla eran hilillos de fierro aprisionándome. Pero se detuvo a milímetros de sentir mi dureza, quitó la mano, acercó sus labios, los relamió y me besó la ropa que cubría mi pene. Sonrió, y luego lo mordió. Se puso de pie, y al vernos directo a los ojos, nuestros labios se magnetizaron, pero ambos nos detuvimos. No besos. Me tomó del cuello, me giró, y me sentó en el sillón donde ella, debido a su apetito, ya lo había dejado caliente. Al ser ignorados por todos los comensales, las piernas ardientes de la dama se abrieron y me abrazaron. Como una presa indefensa me atrapó en su red húmeda, resbalando todo dentro de ella. Encajando sus uñas en mi cuerpo, y al mismo tiempo tomando impulso. La adrenalina me picaba como cientos de agujas en el abdomen, sin pensar, o pensando con el pene, penetraba a esa extraña que ni su nombre sabía, en un bar, alrededor de personas sin almas. Una parte, que ignoraba, y me costaba trabajo escuchar por mis gemidos internos, deseaba que se bajara, ser descubiertos nos acreditaría ser corridos del bar, e inclusive hasta una multa, y/o encerrón por ...