Enamorada de mi verga
Fecha: 15/05/2018,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Esta historia sucedió el otoño pasado en una ciudad del sur del país, donde yo llegué a vivir, para trabajar en un buque. La dueña de la casa era ya una señora, como de unos 40 años, pero estaba muy bien conservada. Tenía buenas piernas y buen culo, redondo y al parecer durito, porque practicaba deporte. Era separada y no tenía novio, por lo tanto yo pensé que tenia unas ganas acumuladas de culear. A veces yo le pedía prestado el baño y encontraba sus tangas recién quitados, tenían rastros de jugos vaginales todavía frescos, como si se hubiera masturbado o como si hubiera tenido un sueño erótico en la noche. Solía ponerse una lycra apretada, con lo que se notaba que tenía una chochita grande y peluda, que con disimulo yo miraba, y me apetecía mamarle y meterle la lengua hasta lo más recóndito. Hasta hacerla gemir de placer. En cierta ocasión me pidió el favor de que la llevara en mi coche al centro de la ciudad. Cuando nos subimos le dije que se colocara el cinturón de seguridad, parece que estaba trabado, entonces intenté ayudarle y, sin intención, rocé sus senos con mis manos, lo cual enseguida me excitó; continué acomodando el cinturón fingiendo cierta dificultad, de esa forma le apreté otra vez las tetas. Noté que ella aparentó no sentir nada, pensé que me había excedido un poco y fui más recatado. No volví a acosarla en esta ocasión. Un día llegué y ella estaba sola. Había estado lavando y tenia la camiseta mojada, como no llevaba sostén se le notaban dos tetas caídas, ...
... pero con dos grandes pezones, lo cual me ponía muy excitado, y con ganas de mandarle la mano al chocho. Yo la quise saludar de beso en la mejilla, ella me dio la oportunidad y alcance a rozar sus labios con los míos. Parece que esto le produjo cierto placer, me miró, pero no me dijo nada. Empezamos a hablar de cosas triviales. Yo estaba buscando la forma de acercarme a ella, o tocarla de algún modo, de pronto se me ocurrió hablarle del tema de los masajes y lo buenos que eran para relajarse, entonces le propuse que si quería le podía hacer un masaje. Me dijo que sí. La llevé a la cama y la recosté boca abajo, podía apreciar su gran culo sin disimular, ya que ella no me veía. Empecé a masajear su espalda, suavemente, lo cual a ella le parecía muy placentero, entonces, atrevidamente le pasé las manos por las raíces de las tetas. Pude notar sus pezones erectos, lo cual me dio confianza para continuar con el manoseo. Como no me dijo nada, le cogí las tetas descaradamente y se las empecé a apretar. Acto seguido, con una mano le acariciaba el culo y le iba pasando los dedos por la chocha, a lo cual ella encogía y contraía el culo, en señal de placer, mientras, con la otra mano, le seguía acariciando las teticas. Sin más preámbulos, le quité la camiseta y empecé a besarle la espalda y la base de los senos. Al mismo tiempo, le acariciaba el culo entero, separando sus nalgas y metiendo allí mi nariz, ese olor a sudor me ponía más caliente. La volteé hacia mí y, suavemente, empecé a ...