1. Era una de esas noches tórridas de verano


    Fecha: 28/05/2018, Categorías: Transexuales Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... la calle, entré en mi coche y, al ponerlo en marcha, ella se coló por la puerta del acompañante. Con solo mirar sus ojos supe que aquella noche no habría ternura, que no habría un beso en la frente, ni un mimo, ni una caricia. Supe que ella me perdería en un océano de vicio, sin una brizna de dulzura. Bianca - este, era su nombre -, cuando ya habíamos abandonado la calle Tusset y volábamos hacia mi apartamento, desabotonó la parte superior de su vestido, de modo que pude admirar sus pechitos. Parecían de una chiquilla de trece o catorce años y me hicieron recordar los tiempos del colegio, cuando jugueteaba con tetitas muy parecidas. Mientras meditaba sobre esto, su mano se deslizó hasta mis muslos, buscando un modo de abrir la enrevesada botonera de los tejanos. Allí, mientras conducía de forma delirante mi coche, sacó mi polla, se inclinó sobre ella y comenzó a acariciarla con su boca y lengua. La lengua era de terciopelo, lamía con tanta suavidad, y su boca estaba tan caliente que en un momento me sumergí en un mar de sensaciones. Delante de mis ojos, entre los faros traseros de los otros coches, las luces de los semáforos y las imposibles motitos de los repartidores de pizza a domicilio, comenzaron a centellear nuevas lucecitas. Empecé a sentir una serie de pequeñas descargas eléctricas y mi polla comenzó a alzarse aparatosamente. Ella me miró a la cara y sonrió con picardía, yo cerré los ojos para permitirle que siguiera, al tiempo que mi pie presionaba el acelerador, y ...
    ... la sensación que tuve cuando volvió a chupar me hizo pedirle que parara antes de que me corriera en su boca allí mismo o acabáramos con la mitad de la flota móvil de "Tele-Pizza". No sé si fueron mis súplicas entrecortadas o la visión fugaz de su propia vida lo que hizo que estuviese de acuerdo. A partir de ese momento, y mientras cruzábamos la Gran Vía a más de noventa kilómetros por hora, empezó a acariciar mi pene con suavidad, conduciéndome a una sensación más relajada. Cuando entramos como una exhalación en las angostas calles de la Ciutat Vella, aún no había conseguido reducir lo suficiente la velocidad como para afrontar el primer giro con garantías suficientes de salir con vida, así que pisé con fuerza el freno y las ruedas aullaron sobre el asfalto caliente. Busqué un hueco donde estacionar, con tanta fortuna que dejé el coche aparcado en el único paso cebra del barrio. Abandoné el coche en aquel lugar, sin preocuparme del futuro próximo. Subimos a mi piso y en cuanto cerré la puerta la tomé entre mis brazos, y la besé en los labios. Su lengua se movía con maestría, y sus manos, dotadas cada una de ellas de voluntad propia, se paseaban sobre mi cuerpo con violencia. Me cogió por el pelo y estiró mi cabeza hacia abajo, llevándola a su entrepierna. Me coloqué de rodillas, levanté su faldita retirando con dificultad la diminuta braguita que llevaba y pude comprobar por su pene oscuro en erección y la pequeña mancha que había dejado en la tela de la braga que ella estaba ...