Azúcar
Fecha: 22/06/2018,
Categorías:
Confesiones
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... playa, junto a las rocas, incluso algunos encima de éstas, como nos solíamos sentar nosotros, haciendo una gran toalla que pudiera abarcarnos a todos en comunidad. Desde la apartada lejanía puede reconocer a las cuatro chicas de la pandilla que no habían faltado a su cita anual, y, los chicos, tres, que, más calenturientos que nunca e incapaces de defenderse de las acometidas de sus hormonas, hacían por meterle mano a las indefensas féminas, quienes por su lado, se mostraban en toda la exuberancia que sus cuerpos daban de sí, no pudiéndose describir ninguna como inatractiva o desagradable. Estaban en el apogeo de sus respectivas bellezas, aunque eso sí con estilos distintos. Se podía distinguir así a Noemí, mi favorita, una vallisoletana de mi edad, quien lucía unos senos preciosos, pero no abultados, con unas formas como de limón partido... Bah, no llegaría a describir ni la mitad de su belleza aunque escribiera todo un libro sobre ellos, así que sigamos: Su entrepierna se veía marcada por la moda de la depilación meticulosa, formando su vello la mitad de un triángulo acutángulo con el piquito orientado hacia su perfecto ombligo situado geométricamente donde debía de estar en un físico perfecto. Un cuerpo para no decir palabra. Las otras, en la que no me entretendré mucho más, eran: Tamara, una valenciana con unos ojos preciosos, emplazados por desgracia en una cara y un cuerpo no tan agraciados (pero que suplía con un aguzado fantástico sentido del humor, por otra parte, ...
... no demasiado inteligente), Luna, también valenciana, pero justo al contrario, intelecto de cero para todo y diez en cuerpo (si bien no lo cambiaría ni después de una ruda sesión de tortura por el de Noemí, pues sus pechos eran de esos clasificables, quizá, en tallas especiales) y Elke, una holandesa la cual hacía mucho que se había despojado de su virginidad, poseyendo el mayor promedio de veces hecho el amor a gente recién conocida, achacándole el problema, en un mal castellano, al libertinaje sexual que recorría su país. Entre los niños contaban, todos con la misma descripción, (puercos, salidos y borrachos) Joel, catalán, Lolo, cordobés, David, valenciano y, una excepción que confirmaba la regla Carles, también catalán, de quien más tarde si viene al caso hablaré. Y allí estaba yo, desnudo, impúdico, no se imaginen que excitado ni erecto, sino como se sale normalmente de fin de semana, con frac si hace falta, totalmente relajado. Al fin y al cabo yo no tenía ninguna expectativa que cubrir, pues ya salía con una chica en mi Málaga natal. Su nombre era Carmen y cinco años después a sus oídos nunca a llegado esto. Me acerqué con descaro, nadie se había percatado de mi presencia, así que estire mi toalla ayudado por la brisa marina y me quede de pie, contemplando el mar. Cuando escuché que los ánimos se habían calmado en las profundidades hablé: ¿Todo bien en vuestros planetas, chicos? Tanto como en el tuyo, cabrón - me espetó Joel, de mi misma envergadura, saltando sobre mí y ...