La chica de la biblioteca
Fecha: 26/06/2018,
Categorías:
Masturbación
Fantasías Eróticas
Autor: Cronopio, Fuente: CuentoRelatos
... por su rajita con delicadeza, como si se masajeara. Subió la pierna izquierda encima de la mesa, lo que me permitió tener mejor vista de todo. La yema del dedo se ocultaba entre los labios, frotando cuidadosamente el clítoris. Poco a poco fue subiendo la velocidad del masaje, y la respiración comenzó a acelerarse. El pecho se le hinchaba rápidamente, y parecía como si sus tetas lucharan por escapar del vestido. Tras unos minutos, subió la mano desde la vagina hasta la boca y se chupó delicadamente el dedo corazón. Para evitar que volviera a parar el espectáculo, decidí darle un incentivo y me abrí la bragueta. Saqué mi enorme polla y empecé a masturbarme mientras la miraba. Ella sonrió y volvió a llevarse la mano a la entrepierna. Esta vez, se metió el dedo corazón y empezó a penetrarse. No tardó en meter dos, y después tres. Cuando ya tenía tres dedos dentro, empezó a subir la velocidad de penetración. Yo intenté subir y bajar mi mano por la polla a la misma velocidad. Era como si me la estuviera fallando. Los dos nos mirábamos y nos masturbábamos como si no hubiera un mañana. El silencio de aquella sala solo se rompía por el sonido de la palma de su mano chocando contra ...
... la humedad de la vagina. Se estaba metiendo los tres dedos completos, y a una velocidad bastante rápida. Con la otra mano, sobaba sus tetas por encima del vestido. No sabía cuánto tiempo llevábamos así, masturbándonos y mirándonos, pero yo ya no podía más. Cogí un pañuelo y lo coloqué en la punta del pene, para que la eyaculación no lo pusiera todo perdido. Unos segundos después, descargué un increíble chorro de semen sobre el papel. Creo que jamás me había corrido tanto y tan a gusto. Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no soltar algún gemido. Al verme, ella también llegó al clímax. Sacó sus dedos para chupárselos, y empezó a frotar el clítoris con fuerza. Sin darse cuenta, empezó a gemir levemente y a arquear la espalda. Estaba teniendo un increíble orgasmo. Siguió retorciéndose en su silla, cerrando las piernas con fuerza y frotando hasta que no pudo más. Cuando terminó, la chica estaba agotada. Respiraba con fuerza intentando recobrar el aliento. Sus mejillas se habían sonrojado más que nunca. Incluso le costó trabajo ponerse en pie para colocar la silla, de nuevo, en dirección a la mesa. Aún no sabía qué acababa de pasar, solo esperaba volver a ver a esa chica.