EL DILEMA DEL MILITAR (la conciencia)
Fecha: 10/07/2018,
Categorías:
Gays
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
... palpé la seda dorada de los vellitos que recién nacían. Le puse la mano en el hombro y la dejé resbalar por su delicada piel de su brazo. Aprecié el suave abultamiento sus bíceps. Lo tomé por la mano y lo atraje para que se acostara a mi lado. -No tienes miedo, ¿verdad? –pregunté, porque lo vi temblando. -No mucho. -No tengas miedo. Solo vas a tocarme, ¿no es lo que querías? -Si. -Hazlo, pues. Otra vez dirigió su mano a tocar mi pene a través del short. -¿Quieres que me baje el short nuevamente? –propuse. -Sí –su voz sonó entre ahogada y ansiosa. Me bajé el short y me saqué la camiseta. Mi miembro es hermoso, yo lo he comparado y así es. Además, muchas me lo han dicho. No sólo lo grande y lo grueso, sino lo recto, la suave piel, la bien formada cabeza rosada buscando elevarse levemente de la línea longitudinal, coronado por una pelambre que mi primo había podado esa noche. Me bajé los calzoncillos, dejé que Rafa me lo viera, y tragó grueso. -¿Te gusta? –le pregunté estirando todo el prepucio hacia atrás. Mi pene parecía un poste por lo vertical, erecto a más no poder, el prepucio quedaba replegado. Rafa no le quitaba la mirada. Su pene también se notaba erecto, él lo acariciaba a través de su blanco calzoncillo. -¿Ah? –respondió, casi asustado. -Tócalo, pues. - Pensé que en ese momento se arrepentiría, por lo nervioso que se veía, sin embargo, se animó y me empezó a acariciar. Más que caricias fue una exploración completa de toda la parte frontal de mi cuerpo. Yo me acosté y ...
... quedé en reposo para que él conociera en mí todas esas cosas que le fascinaban en un hombre. A veces volteaba su mirada hacia mi cara y continuaba. Quise dar dinamismo a la situación y me senté en la cama descansando mi espalda sobre la pared. Él siguió acariciándome, buscando entre los vellos de las axilas, las piernas, el abdomen, recorriéndome todo, hasta los pies. Su caricia era suave, apenas un leve roce de sus dedos, o de la palma de su mano. Cuando me tocara el turno, mi caricia sería más impetuosa, le marcaría. Quería meterle mano y dedos por todas sus rendijas secretas. Averiguar acerca de su virguito culo. Deslicé mis manos por sus piernas hasta las nalgas. Encajé mis dedos en la elástica del calzoncillo, subió las caderas y se lo bajé hasta sacarlos por los pies. Luego volví sobre las piernas, lo contuve entre mis manos por las nalguitas, lo levanté y lo atraje hacia mí, colocándolo sobre uno de mis muslos. Su pene estaba bien paradito, se masturbaba suavemente. Su cara era muy risueña. Moví la pierna para que cabalgara. Mi pene se encabritó de la excitación que producía sentir sus nalguitas desnudas saltando en mis muslos, a caballito. Moví la pierna a los lados para colarme al calorcito que se alojaba entre ellas. Le tomé por las nalgas y se las abrí para hacer rozar mi pierna directo en su culito. Y él mismo comenzó a frotarse contra mí. Sus ojos brillantes, y la expresión de su cara, denotaban la lujuria. Se notaba tan ardiente que su expresión perdió la grácil ...