Mi hermana vive alzada
Fecha: 18/07/2018,
Categorías:
Sexo Oral
Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
A los 20 años me fui definitivamente de mi hogar, si es que así se le puede llamar a esa jungla. Antes viví un tiempo en lo de mi madrina, y un par de meses en lo de mis abuelos. Mi padre era un obsesivo por los juegos de azar y el alcohol. Nunca su familia fue prioridad. Ni tampoco las condiciones de la casa en la que vivíamos mi madre, mis hermanos Sonia y Daniel, y yo. No había un enchufe como la gente. Los 3 hermanos compartíamos la misma habitación fría y despintada. Cuando llovía no se podía dormir por el show de goteras por doquier. Había que cubrirlo todo con nylon o correr algunos muebles. Me fui con el convencimiento y la certeza de que nada cambiaría, a pesar de que mis viejos planearan separarse todos los días. Mi hermana por aquel tiempo tenía 18, y detrás de su aspecto y apariencia de nena sumisa, inocente y sensible solo cuando lloraba por alguna peli emotiva que viese, ya se adivinaba en el fuego de sus ojos negros que las travesuras y el desacato se convertían en su única constitución a respetar. Cuando cumplí los 19 Daniel me dijo por la mañana que Sonia se le tiró encima en la cama, en plena madrugada y que lo besó en la boca, que buscó en su calzoncillo y encontró su pito naturalmente duro teniendo en cuenta sus 24 años de paja brava, ya que es deportista y debe tener sexo con precauciones. Lo tranquilicé al prometerle que hablaría con ella. No supe cómo hacerlo, hasta que pasaron dos años, y los sucesos se acumulaban. Muchas veces mami la despertaba por ...
... la madrugada cuando venía a taparnos o a cerrar la ventana, porque siempre hallaba su bombacha en el suelo junto a la pata de su cama. Cuando la destapaba Sonia estaba desnuda. En esos tiempos pasó de todo. Cuando el secundario la recibió repleto de novedades y materias, las últimas de sexto año, comenzaron las tardes de reuniones en casa con amigos nuevos, con quienes hacía trabajos prácticos, mapas, dibujos o simplemente se compartían las carpetas si alguno faltaba a clases. Entre todos ellos, solo había una chica que de vez en cuando aparecía. El resto eran todos varones. Entonces, una tarde en la que salí de la pieza, luego de una siestita, la vi debajo de la mesa, arrodillada y con la pija de uno de ellos en la boca. Los otros dos la tenían afuera y se la tocaban. Mareado, incrédulo y asqueado corrí hasta ella, la levanté de los pelos y en cuanto estuvo de pie le di vuelta la cara de un cachetazo, a la vez que le decía que eso no se hace. Vi que tenía las tetas al aire y el shortsito por los tobillos. ¡nunca le había mirado las gomas a Sonia, ni me había fijado en su cola, la que encima, mientras se esforzaba por no llorar delante de sus pretendientes, la meneaba estirando los elásticos de su bombacha blanca! Vi que uno de los que se pajeaba salpicó el mantel, y se fue junto a los otros, que intercambiaban rostros de horror y calentura. No pude seguir hablando con Sonia, porque a solo 15 segundos de la ausencia de los pibes llegó mami con las compras. Pasaron unas semanas ...