Bebíamos
Fecha: 21/07/2018,
Categorías:
Lesbianas
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
A Isabel, la rubia compañera de trabajo, la reconocía como a la única propicia para escuchar mis dilemas. Sabía que era bastante madura a pesar de sus veinte años y, por haberla encubierto o defendido en más de una ocasión, se hacía merecedora de mi absoluta confianza. Algunas veces también se había hecho incontenible alguna discusión; como en aquella oportunidad en la cual nos encontrábamos ambas, copas de por medio, en mi pequeño apartamento. A Isabel le esperaba un excelente futuro si con los años aprendía a manejar aquel aspecto dominante y magnífico de exuberante mujer, con sus ostensibles y abundantes formas. Yo en cambio, algo más menuda con mis veinticinco años, poseía esa inseguridad que un ser humano puede arrastrar toda la vida: tengo el cabello negro y algo más corto que el de Isabel, y una presencia menos carismática lo que, inevitablemente, me lleva a refugiarme permanentemente en los consejos de mi amiga. - ¡Qué importa si ese tipo ni te mira! - me decía Isabel al respecto de lo que acababa de manifestarle -. Acaso, ¿no existen millones de hombres en el mundo? - concluyó exhalando un cierto vapor etílico sobre mi rostro, mientras compartíamos el mismo sofá de tres plazas. - El caso es que me atrae este - le expliqué -. Me parece un buen individuo. - Permítame... Te felicito - expectoró sonriendo socarronamente; y sacudiendo un vaso de Martini que salpicó licor sobre la mesita ratona. - ¿No estás de acuerdo? - Lo que creo - apoyó el vaso en el mueble -. Es que, ...
... de continuar así, terminarás esclava de algún "buen individuo". Tienes veinticinco años; ¡y te está llegando la hora de buscar desesperadamente un semental para tus hijos! -. Soltó esto último con una risa. - ¿Acaso crees que no está bien una compañía estable? - seguí indiferente al humor agresivo de mi compañera.- ¡Lo que me parece mal, es someterse así como así a un hombre! Percibí en Isabel el avanzado estado de embriaguez. Pese a molestarme la altanería con la que me hablaba, quise seguirle el punto sirviéndome también un vaso lleno de licor y bebiéndomelo de un trago. - Quizá tenga la curiosidad de conocer ahora, la experiencia de un afecto sólido. - ¿Y quieres empezar con alguien que ni siquiera te mira? El alcohol hacía efecto en las dos cabezas, atentando contra las respuestas rápidas y, a medida que girábamos sobre el mismo tema, era difícil soportar para mí una cierta impresión de admiración hacia Isabel. La atmósfera nocturna se acentuaba con la leve luz de una lámpara de pie, y era agradable dejarse llevar por el gustito que saboreaban los paladares, desde donde amenazaban con levantar vuelo unos pájaros descarriados e imprevisibles. Disfrutábamos, a pesar de la confrontación, de la presencia mutua. Observé un par de veces a mi compañera de arriba a abajo, abstraída; y concluí para mis adentros que, una mujer con aquel porte, debía por lo menos ser escuchada con atención. - ¿Y qué debo hacer con mis ganas? - dije enfrentando mis ojos con los de ella. - ¿Así que se ...