Bebíamos
Fecha: 21/07/2018,
Categorías:
Lesbianas
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... trata sólo de ganas? - rió Isabel. Un repentino silencio zumbó mis oídos. Decididamente, y ante mi sorpresa, Isabel llevó una mano hasta uno de mis senos y comenzó a masajearlo suavemente. El ambiente comenzaba a enrarecerse como producto del alcohol y la hora, creando ese sopor que, como cómplice noctámbulo, suele aparecerse en esas circunstancias. - ¿Por qué me acaricias? - pregunté, por preguntar algo. - Simplemente que quiero corresponder a tus ganas - me dijo la rubia haciendo lucir una mirada que se entendía con la blanca dentadura que exhibía. Yo no deducía hasta donde iba a llegar la broma, pero aún perpleja, dejaba que aquella mano recorriera hacia todos lados mis pechos sólo cubiertos por una fina blusa. Nunca había pasado por una experiencia tan inusual como aquella y, quizá abandonada a la expectativa de saber con qué ocurrencia Isabel cortaría la situación, no atinaba a sacarle la mano. - Es que preferiría la mano de un hombre -, ahora yo también solté mi risa. - Las mujeres nos conocemos más entre nosotras. No podía creer lo que estaba haciendo mi amiga. Isabel intentó acercarme su boca sin dejar de sonreírme con aquella mirada vidriosa, pero cuando estaba próxima, le di un pequeño empujón sacándomela de encima. Me serví otro vaso, y comencé a bebérmelo. - No sabía que fueras lesbiana - dije. Fui bebiendo trago tras trago con la mente en blanco. Mientras, Isabel también había llenado nuevamente su vaso. - ¿Quién puede estar seguro de nada? - esta vez lanzó una ...
... risotada de ebria -, yo tampoco lo sabía. Me encontraba un poco aturdida, superada; otra vez como tantas delante de un desolado fin de semana, o más bien de un oscuro laberinto lleno de inseguridades. Por la ventana abierta se veía el cielo negro y rojizo, adquiriendo aquella tensión pegajosa, inexpresable, que tiene el invierno ciudadano. Vi a la mujer-amiga vestida sensualmente de azul que tenía a mi lado, con largas y espléndidas piernas expuestas a mi mirada, sorprendiéndome una vez más, ofreciéndome algo insospechadamente nuevo que nunca se me había pasado por la mente. Era una poderosa presencia cincelada de desafío; pero confiable, como una opción ideal para quien no sabe que hacer con sus noches. "¿Me hará bien esto?", me cuestioné por un instante. - Entonces vamos al dormitorio - me decidí al fin queriendo corresponder la sorpresa de mi camarada, e impresionándome de mi propia determinación -. Vamos a ver hasta donde te animas a llegar. El tono de mi voz sonó impasiblemente neutro a pesar de los nervios que me recorrieron las entrañas. Isabel no hizo ninguna objeción, se levantó con dificultad, hasta afirmar en el tercer o cuarto paso su andar inseguro por el alcohol. Entramos al cuarto, en penumbras y sin encender ninguna luz, sin cambiar palabras; apenas quiso sonar una risita de Isabel. Esta se sentó en el borde de mi cama y, con una actitud maquinal, tiró su vestido al piso, descubriendo sus perfectos senos con orgullo. Yo acostumbraba mis ojos a la oscuridad y la ...