Extraños casuales
Fecha: 26/07/2018,
Categorías:
Primera Vez
Confesiones
Autor: Roux Morrison, Fuente: CuentoRelatos
“No puede haber pasión verdadera si no se traspasa algún límite”. -Rosa Beltrán. Había platicado con él por el chat durante varias semanas, y lo que comenzó como una simple charla fortuita a la madrugada, penetró con agilidad hacia los terrenos de la lujuria. Un cumplido, una confesión, una foto, y todo se sirvió para leer y escribir con una sola mano. Me chupaba los dedos y los metía en mis bragas. Nunca había estado tan mojada simplemente al escribirme con alguien. Enseguida de masturbarme para el desconocido, y el desconocido masturbarse para mí, calientes, y deseosos, fijamos fecha para trasformar nuestras letras en acciones. Obedecí a mi instinto. Él me propuso un bar cerca de mi casa. Claro no le dije mi dirección exacta, sólo un aproximado, y con eso fijamos el lugar. Camino al bar, la noche que acordamos para vernos, iba pensando en dar la vuelta y no ir al encuentro. Sentía mi corazón morderme los senos, y las manos me sudaban. Veía a la gente pasar, y por una extraña razón sentía que me miraban a punto de regañarme. Como si la mujer que vendía dulces en su canasta me reprendería con la voz de mi madre por ir a ver a un extraño a un bar con la intención de querer cogerme. Pero creo que lo que más la preocuparía era que yo iba con las mismas intenciones calientes, o hasta más. Continué caminando, algunos hombres al pasar, si es que no todos, me comían con la mirada. Sentía sus pestañas como afilados colmillos en mi cuerpo. Llevaba una falda negra, tacones, negros, ...
... una blusa escotada blanca, pero con la chamarra de cuero, abrochada hasta el cuello, cubría mis senos. Pero mis piernas torneadas, y firmes, con apenas unas horas de descanso del gimnasio, eran las verdaderas protagonistas luciendo unas incitadoras medias negras. Mi oufit fue elegido por el extraño. Que ni siquiera dudé en no complacerlo. Sólo una cosa no hice: me pidió que fuera sin bragas. Qué tonto y excitante pedido. Pero no iba a caminar sin ellas por dos razones. Una, llevaba falta. Dos, ¿qué iba detener mi derrame? Él me dijo que iba a ir enteramente de negro. Clásico en un hombre. No ponen mucho esmero en la ropa. Y cómo hacer eso, si se le iba a quitar. Constantemente me limpiaba el diminuto sudor de las comisuras de los labios, lo hacía con cuidado en los retrovisores de los autos para no arruinarme el maquillaje. “Cógeme”. Fue la palabra que escribí 57 veces en el chat. “Puta”. Fue la palabra que escribimos 84 veces. Nunca nadie me había llamado puta. Y creo que si alguien lo hiciera reaccionaría de manera negativa, inclusive violenta. ¿Pero que tenía ese extraño que su modo de escribir esa palabra lo hacía excitante? No podía quitarme de la mente la conversación. La repasaba una y otra vez, casi me la sabía de memoria. La había re leído más de 20 veces, y me había masturbado la mitad de ellas. ¿En verdad me haría todo lo que me escribió: lamerme los muslos mientras me mete dos dedos a la boca en cuanto me vea sin importarle que estemos en el bar? ¿Y yo haría todo lo ...