PARAISO PARA TRES
Fecha: 27/07/2018,
Categorías:
Incesto
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... eyaculé en mi ropa interior. Ella lo notó y buscó compartir aquel orgasmo apretando desesperadamente su vulva contra mi pene. A continuación, cuando los espasmos de placer me dejaron exhausto y feliz, ella retiró su rostro del mío. Sus ojos estaban húmedos de nuevo, pero ahora sus lágrimas eran de felicidad. En un susurro que se me antojó pronunciado por un ángel me dijo ─Te quiero. No tuve la serenidad o la delicadeza, o tal vez, la capacidad de decirle que yo acababa de descubrir que también la amaba, con amor de hombre, no de hermano, como se ama a una mujer. Sin embargo, cuando ella se levantó de mi regazo y se puso en pie, yo hice lo mismo y, sin mediar palabra, la tome en vilo entre mis brazos y la conduje a mi habitación. Ella me miraba enardecida porque intuía lo que iba a suceder a continuación. Nos desnudamos y nos tumbamos en mi cama. Mi mirada se dedicó a acompañar la mano con la que recorría su irresistible figura. Cuando alcanzó su sexo, ella abrió ligeramente las piernas ofreciéndose para ser acariciado. No me hice de rogar. Aprovechando mi experiencia con las dos novias que había tenido anteriormente, presioné su vulva, cerca del clítoris, describiendo con mis dedos círculos de presión variable que encendieron su deseo hasta límites que yo nunca había visto hasta entonces en ninguna de las mujeres con las que había estado anteriormente. A continuación me dediqué a saciarlo como yo sabía que debía a hacer. Abrí sus piernas y tuve la maravillosa visión de un ...
... sexo tierno, rosado, brillante de humedad que palpitaba por ser saciado. Me acerqué a él y con mi lengua empecé a beber el néctar del amor mientras jugueteaba con su enardecido clítoris. Sus gemidos de placer fueron creciendo poderosos e impúdicos y culminaron con un orgasmo que la dejó sin sentido durante unos instantes. En ese momento mi pene estaba experimentando una erección todavía más poderosa que la que acaba de morir apenas unos minutos antes. Cuando ella se recuperó volvimos a acariciarnos, pero ahora con más sosiego, con más ternura. Ella acariciaba mi pene mientras yo repartía mis besos entre sus pechos y su boca de miel y mis manos, insaciables, recorrían su cuerpo estremecido. Ahora deseaba penetrarla, sentirme dentro de ella. Le interrogué con la mirada y ella me respondió con una sonrisa. Me puse sobre ella y Silvia, sin soltar mi pene ni un solo momento, guio mi palpitante deseo dentro de su vientre y se aprestó ansiosa a ser poseída como mujer. Le hice el amor despacio, con toda la ternura que ella merecía, pero con toda la pasión que sin duda me inspiraba. Llegamos al orgasmo al mismo tiempo. Recuerdo que en aquella primera ocasión me sentí como si fuera ella, como si nuestras almas y nuestros cuerpos se fundiesen en uno solo. Permanecimos en silencio un buen rato, tumbados uno junto a otro. Tardé en darme cuenta de ella tomaba mi mano todo el tiempo. Recuerdo que en ningún momento tuve sentimientos de culpa por lo que había pasado. La sociedad y la cultura ...