Ir por lana y volver con el culo desvirgado
Fecha: 05/08/2018,
Categorías:
Sexo en Grupo
Bisexuales
Autor: Werther el Viej, Fuente: CuentoRelatos
Al llegar a casa, me alarmó el alboroto que salía del dormitorio. Entré en la habitación y me encontré con que un tío se estaba tirando apasionadamente a mi mujer. Metía y sacaba sin tregua su gorda polla en el coño depilado y rezumante de Helena. Ella, como siempre, escandalizaba con su gemidos y sus “¡¡asííí, asííí...!!”. El tío por su parte soltaba sonoros resoplidos cada vez que hundía su vergota a fondo en el chocho de mi mujer. Así, a primera vista, parecían disfrutar sin límites. En cuanto entré, ella me vio y, aún entre suspiros, murmuró: —Hola. El tío tardó unos segundos en darse cuenta de la situación. —¡Hostia! —gritó sorprendido. Con la polla cimbreando, dio un salto como un resorte, hasta el lado puesto de la cama al que estaba yo. —Tranquilo. Es mi marido —le informó ella—. Tranquilo —insistió—. No pasa nada. —Y dirigiéndose a mi:— Te presento a Carlos. Nos hemos conocido esta tarde y, ya ves, nos hemos enrollado. El tío, desnudo, de pie, intentando disimular su frustración, me miraba con cierta incredulidad. —Hola, Carlos —intervine, saludándolo con un balanceo de la mano—. Soy Alfred, su marido. Carlos seguía de pie, inmóvil, a la defensiva, desconcertado, intentando asimilar lo que estaba ocurriendo. —Tranquilo, Carlos —volvió a soltarle mi mujer, y dejó pasar unos segundos esperando que el tío se serenase un poco. Entonces, le explicó:— Tranquilo. Somos un matrimonio sexualmente muy abiertos, tanto individual como conjuntamente. ¿Verdad, Alfred, cariño? ...
... —Verdad... Siento haberos cortado... Se os veía muy metidos en materia... No sabía que estabais en casa... Lo siento. Carlos seguía estático, pero ahora parecía tomárselo con más calma. —En fin... A pasarlo bien... Repito que siento haberos interrumpido el polvo —dije, a modo de disculpa, y decidí marcharme. Pero, ya casi había salido de la habitación, cuando mi mujer, de pronto, me pidió que me esperase un momento. —¿Qué te parece Carlos? —me preguntó. —Bueno, se le ve un buen tipo. De esos que siempre caen bien... —eché una ojeada crítica a su cuerpo desnudo, con una incipiente barriga, un culo importante y una polla gorda, aunque ahora en cuarto menguante —. Y parece bien armado. Buena vergota, tío... En fin, qué disfrutéis. —¿Y a ti, Carlos, qué te parece mi marido? —le interrogó Helena y, antes que el tío dijese nada, argumentó:— Claro que no así..., sino en igualdad de condiciones... Vamos, ponte en pelotas Alfred, cariño... Imaginando lo que, como en otras ocasiones, la muy zorra de mi mujer tramaba me desnudé en un santiamén. Y encantado me ofrecí a la observación de Carlos, con mi cipote erecto, porque inevitablemente la situación me había puesto muy cachondo. —Bueno, ¿qué te parece mi marido? Carlos, con un aire de evidente desconcierto, balbuceó: —Pues... No sé... No soy gay. —Lo sé. No eres gay. Pero ¿qué te parece? —No sé... —insistió, pero en un susurro se le escapó: —Está caliente... Entonces, mi mujer, aprovechando la indecisión de Carlos, le propuso: —¿Qué dirías ...