1. Lorena, la hija de mi amiga (Primera parte)


    Fecha: 13/08/2018, Categorías: Confesiones Grandes Relatos, Autor: dandar, Fuente: CuentoRelatos

    Después de coger, estábamos en la cama con mi amiga Carla, cuando inesperadamente me pidió si podía ayudar a su hija Lorena en varias materias del secundario. - Sólo te pido que la atiendas dos días a la semana; yo te la dejo cuando me vaya a trabajar, y así de paso es donde está… Además de que no podía negarme por la relación con Carla, me atrajo la idea de estar cerca de Lorena, pendeja con la que tenía fantasías sexuales. Simulé dudar y pregunté: - ¿Y ella que piensa? - ¡Está encantada! Te quiere mucho… Tuve que controlarme para no exclamar que yo la chuparía y cogería mucho más… Deseo Mi amiga tiene 36 años y es una flaca rubia, linda y sexy. Su hija, de 18, es preciosa. Morocha, delgada, en un metro cincuenta, su cuerpito es un álbum de curvas sabrosas, con tetas pequeñas, levantadas, firmes, con pezones que bajo las remeras ajustadas que usa sin corpiño siempre se ven duros. Luego, cintura estrecha, vientre plano, culito redondo de ensueño. Generalmente la veía usando calzas cortas, pegadas a su piel, o mejor digo: a su conchita carnosa. La mayoría de las veces, al encamarme con Carla, mi excitación obedecía a su hija. Además, simulando mirar mi celular, había fotografiado a Lorena. Luego en mi computadora, amplié, recorté y mejoré las imágenes. También robé dos bombachitas de ella encontradas en el canasto de la ropa sucia. Así, con fotos y las tanguitas, disfruté pajeándome. - Yo también la de… le deseo lo mejor… La veo como mi hijita… -dije a Carla. Excitándome Dos ...
    ... días después, Carla y Lorena entraron a casa. - Bueno, te la dejo; disculpá como vino vestida, pero no me obedece… No quiero que salga a ninguna parte, cualquiera la va a violar… Vuelvo dentro de seis horas –dijo mi amiga y se marchó. A mí me encantó la vestimenta de Lorena. Tanto que logró pararme la pija. Tenía un short de jean desflecado y roto, tan pequeño y ajustado que apenas cubría su vagina y la mitad de sus nalgas. Sobre sus pechos, una ajustada blusa blanca los resaltaban. Para evitar que la pendeja advirtiese mi erección, le di la espalda y me senté en un sillón del living, colocando sobre mi entrepierna la notebook. Lorena siguió mis pasos y se plantó a un costado. - ¡Al fin se fue! Ahora te saludo bien… - expresó Lorena, agachándose hasta mi rostro, poniendo sus tetas a centímetros de mi rostro. Y me plantó un suave y cálido beso en la comisura izquierda de la boca. Sorprendido, confundido, sólo atiné a preguntarle si había traído sus carpetas. - Si, pero decime, ¿te parece que vestida así parezco una puta, que quiero provocar hombres? - No, no, ¡para nada!; yo te veo como cualquier chica… - respondí, mintiendo. - ¡Uh… qué pena!; me gusta que me miren como putita… Y a vos, ¿no te gusto? - Lorena, vos sos como mi hija… - Pero no lo soy… Además, si me ves como tu hija, ¿por qué se te paró la pija? ¿Por qué, cuando mamá no está cerca, te gusta mirarme el culo, las piernas y las tetas? Me dejó sin palabras. Tras unos segundos, Lorena lanzó una carcajada, retiró la ...
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