A mi nena le gusta la conchita
Fecha: 27/08/2018,
Categorías:
Lesbianas
Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
No lo podía creer! Pensé que mis métodos y mi forma de educar a Soledad habían dado buenos resultados. Hasta ayer no tenía absolutamente nada que reprocharle, exigirle, reclamarle o lamentar de su conducta, sus calificaciones escolares y su sed de liderazgo como capitana en su equipo de vóley, sus buenas relaciones con sus amigos y su poca gana de dramatizar con los amores adolescentes. Nunca hizo falta levantarle la voz para nada. Es ordenada, limpia, correcta en su lenguaje y sus modos, muy delicada y espontánea. Justamente, como premio a sus esfuerzos, y teniendo en cuenta que hace una semana cumplió los 18, con mi marido tuvimos la idea de comprarle un auto. Era un Peugeot 306 usado pero en excelentes condiciones. Ayer por la tarde ultimé detalles con la agencia, firmé papeles y pedí permiso para salir más temprano del trabajo. Hace 10 años que tengo a cargo una afamada imprenta en Caballito, y gracias a la confianza que se ganaron mis empleados, a veces me doy el lujo de ausentarme alguna tarde. Esperé el llamado de mi marido y entonces fui hasta Barracas, que es donde vivimos. Mi marido dejaría el coche de Soledad en la puerta de casa y luego iría a un café por una reunión de negocios. Yo debía sorprender a nuestra hija con semejante regalo, y no lograba controlar la ansiedad por ver la alegría en sus ojos celestes. Entré algo extrañada, pues, la puerta de calle estaba sin llave. Me quité los zapatos, puse música bajito, la llamé, aunque sin insistir porque, en ...
... ocasiones solía recostarse un ratito a la salida del gimnasio, y me preparé un té. Me lo tomé medio a las apuradas, y decidí que algo tan importante no tenía que esperar más. Subí las escaleras rumbo a su habitación y, me sorprendió ver su cama vacía. Estaba su celular, su billetera y su celular en una silla. La puerta del baño permanecía abierta. Tampoco había rastros de ella en la sala de lectura, ni en el balcón donde a veces se sentaba a pensar. Entonces bajé con los nervios de punta. No quise llamar a ninguna de sus amigas hasta no revisar la casa por completo. Pensé que podía estar en mi cuarto con los auriculares puestos, tal vez agotada por la rutina, y me tranquilicé. Pero, apenas estuve a unos pasos de la puerta entreabierta, se me paralizó hasta el último músculo del cuerpo. Tragué saliva y sentí que algo imposible de definir me arrancaba la garganta. Oía besos, gemiditos, movimientos de roces y fricciones invisibles a mis ojos, ya que la luz estaba apagada. Quería creer que mi hija estaba excitadísima, pero que fuese un muchachito tan sediento como ella el que la incitaba a gozar de esa manera. Pero cuando decidí entrar al cuarto, vi que era una mujer que le doblaba la edad la que lamía su sexo, le acariciaba el abdomen y los senos. Mi niña tenía los pezones duros y crespitos, el pelo mojado, la bombacha por las rodillas, las piernas en un constante temblor, las manos en el pelo de Mónica y los ojos cerrados. Sí, yo conocía a Mónica, tanto como Soledad. Ella cuidaba de mi ...