A mi nena le gusta la conchita
Fecha: 27/08/2018,
Categorías:
Lesbianas
Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
... hija cuando era pequeña. Es nuestra vecina de toda la vida, y a pesar de ello jamás supe de su condición sexual. Ahora algunas piezas empezaban a reorganizarse en mi mente mientras seguía impertérrita, muda y desorientada, viendo cómo Soledad succionaba los dedos de Mónica, y ella se los deslizaba por las tetas. Mónica no tenía hijos, y siempre se quejaba del poco tacto de los hombres a la hora de seducir a una mujer. Nunca se vestía muy femenina que digamos, a pesar de que tiene una cintura preciosa y una cola que derrite todo a su paso. Siempre sale sola a tomar un café o al shopping. Algunas veces Soledad la acompañaba, y entonces mi cabeza generó posibles situaciones entre ellas. Las imaginaba besándose en el cine, entrelazando sus manos cuando iban en el tren a lo de sus abuelos, a Mónica mirarla con deseo mientras Soledad se arreglaba para salir con amigas, o a mi hija aprendiendo a masturbarse bajo los consejos de su mentora. Pero la realidad era mucho más cruda que en mi imaginación. Mónica olía la bombachita roja de mi niña luego de sacársela con la boca, una de sus manos le abría los labios vaginales para que un dedo irrespetuoso se escurra en su hueco prohibido, y con la otra se apretaba las tetas, tan desnudas como el asombro de mis oídos al escucharla romper el silencio. ¡no te asustes Sandrita, que recién tuvo un polvito sensacional, tiene una conchita deliciosa tu nena! Quise mandarla a la mierda y reventarla a trompadas. Pero la voz de Soledad la defendió de ...
... cualquier acto violento que pudiera aplicar sobre ella. ¡mami, yo estoy bien, no te pongas mal… me encanta que me toque, que me coma la concha y las tetas, que me chupe toda!, dijo ahogando sus palabras, porque la lengua de Mónica se nutría de los jugos que renacían de la fiebre de su clítoris. Soledad le presionaba la cabeza y se movía como para pegar más y más su pubis a su boca, y los chupones de mi vecina la hacían gemir de emoción. Mónica le lamió los pies, le mordió los talones, le hizo cosquillas detrás de las rodillas, le metió un dedo en la entrada de la vagina para lamerlo y, justo cuando me pareció escuchar el timbre, se dio a la tarea de saborear sus pezones. Se los sorbía, los estiraba, los juntaba entre sus labios y no paraba de friccionarle la conchita. Sole jadeaba con algunas lagrimitas en los ojos y le pegaba en el culo a Mónica, que ya no tenía su jean desgastado. Por momentos quería que la tierra se abra y me trague. No sabía cómo dejar de observarlas. No podía reprender a Soledad ni echar a la mierda a Mónica. Pensé en mi marido y en su reunión de negocios. Tuve ganas de que no vuelva hasta que todo culmine entre ellas. Pero también de que las vea y les caiga con todo el rigor de un macho enojado de verdad. Nada resistía explicaciones ni análisis en mis estructuras derrumbadas ante mí. ¡sacame la bombacha Sol, dale chiquita, y pajeame un ratito, querés?!, dijo Mónica poniéndose como en 4 patas sobre el cuerpito de Sole, que seguía boca arriba. De esa forma ...