CUANDO GABRIEL REENCONTRÓ A MERCEDES
Fecha: 02/09/2018,
Categorías:
Incesto
Autor: barquidas, Fuente: RelatosEróticos
... tirantes del camisón dejando así que el mismo cayera hasta el suelo, destapó la cama metiéndose dentro, toda ella desnudita, ni más ni menos que como cuando salió de las entrañas de su madre, sólo que ahora algo más crecidita que entonces. Al entrar en la cama Mercedes se puso de lado, dándole la cara a su hermano. Sus manos le cogieron de hombros y brazos, haciendo que también él, Gabriel se pusiera de lado, dándole el frente a ella. Entonces le abrazó, rodeándole el cuello con sus brazos en tanto sus muslos atrapaban entre ellos uno de su hermano buscando que su más femenina intimidad se refregara a modo y manera con el masculino muslo atrapado. La boca de Mercedes buscó ansiosa la de su hermano, y sus labios se fundieron en un beso que al principio fue suave y tierno, de puro amor y más bien exento de sensualidad, pero que poco a poco fue creciendo en grados de pasión sexual hasta hacerse una comida de bocas que para qué te cuento. Para entonces Gabriel había salido de ese entre estar medio atontado y ser tonto de capirote, por lo que el mancebo tampoco se quedaba atrás en sus caricias, pues, aparte de entregarse con inusitado fervor a la comida de boca con su hermanita y hacer que el muslo que Mercedes mantenía atrapado entre los femeninos coadyuvara activamente en los refregamientos de ella, también sus manos se habían apoderado, a esas alturas, de los dos senos de Mercedes, los cuales acariciaba con brioso entusiasmo senos y pezones, pues también a éstos atendían ...
... rendidamente sus manos, pasándoles por encima las yemas de ambos pulgares hasta hacerles engrandecerse y endurecerse en todo su pujante esplendor. Aquellas delicadas pasadas, aquellos tironcitos, suaves y tiernos, que los dedos masculinos dedicaban a lo que más eran pezonzazos que pezoncitos, hicieron que los ardores de su hermanita se dispararan casi “ad infinitum”, imponiendo que la boca de Mercedes se despegara de la de su hermano para expresar a gritos las divinas sensaciones transmitidas por las dulces y placenteras descargas eléctricas que a lo largo de la columna vertebral anunciaban la inminencia de su primera venida en esa noche que se preveía casi sin final. Mientras esto decía Mercedes, el movimiento de vaivén de sus caderas en busca de la más intensa e íntima frotación con el atenazado muslo de su hermano adquiría más que notorias marcas de velocidad que sostenidamente iban “in crescendo”. En un momento dado aquello tomó velocidad casi de vértigo; la espalda de la hermanita se tensó cual cuerda de piano, solo que arqueada; las dos hileras de dientes se fueron enclavijando en un peregrinaje que, iniciado en el cuello de su hermano, fue descendiendo sucesiva y rápidamente, primero a los hombros del hombre para finalmente fijarse en el pecho masculino. Al propio tiempo, los brazos ciñeron hasta cerca del paroxismo el dogal trenzado en torno al cuello del muchacho, en vano deseo de fundir ambos cuerpos en uno solo, en curiosa coincidencia con la máxima bíblica del Génesis: ...