Fiebre sexual
Fecha: 12/09/2018,
Categorías:
Confesiones
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... verga, le dije: Yo estaba bañada en sudor, mis poros ardían; mi cuevita se derramaba de placer, y la labia vaginal se abultaba al doble de su tamaño. Jamás había deseado tanto una verga en mis entrañas. De inmediato sentí que la dureza en su miembro cambiaba, la rigidez me asombró y decidí ayudarlo… Sentí como el semen eruptaba chorros, globos espesos y densos de semen que me bañaban la cara, los labios, los ojos... Mi lengua capturaba algunos los deliciosos chisguetes en el aire, pero la mayoría me llegaban hasta el cabello… Su respiración era agitada, y su palo, aún en mi boca seguía erecto; así que si pensaba que lo dejaría descansar, se equivocó… Volví a la carga: Me senté sobre el sillón, él también lo hizo. Me apreté los senos y con esa sonrisa seductora que me caracteriza y entornando los ojos, le musité: Me coloqué en cuatro patas, con mi culo apuntando hacía él… De inmediato me tomó de las caderas, frotó su endurecida verga entre el canal de mis nalgas y de un sólo golpe me la enterró. Me penetró hasta lo más profundo de mi vagina, hasta que sus testículos golpearon en la parte inferior de mis nalgas. Se detuvo un instante para saborear el calor demi cuerpo y entonces comenzó a bombearme rítmicamente. Su verga se movía en el estrecho canal vaginal como si lo conociera de toda la vida. Carlos cambiaba la posición de sus piernas mientras que empujaba y bombeaba, de forma que me sentía la inmensa cabezota de chile, en varios lugares distintos... tocándome puntos que ...
... nunca antes habían sido explorados. Mis palabras le enardecían. Sus caderas se movían con mayor rapidez. Me acribillaba a bombeos frenéticos; estaba a punto de venirse, lo sentía a punto de explotar en mi vagina. Abracé su daga con mis músculos vaginales, cuando la tenía enterrada por completo; le regalé fuertes apretoncitos y no se la solté hasta que la sentí vibrar. Ya no pudimos más y llegábamos al clímax. En el momento final, nuestros cuerpos se pegaron como si fueran una sola carne. Ambos estábamos bañados, en sudor, jadeantes y sin aliento. Abrazados y moviéndonos como muñecos congestionados por el deseo. Me apretó los pechos hasta que la sangre se condensó en los pezones, que de inmediato eructaron leche, de tal manera que se tornaron negros, y se pudieron al doble de su tamaño normal. Se inclinó sobre mis dos hermosas rosetas y las mordió con pasión y succionó mis líquidos en el mismo momento en que su cuerpo dejaba explotar el torrencial derrame… Deslicé mi mano por debajo de sus caderas y encontré sus testículos, los apreté para que la última gota saliera. Carlos rodó a mi lado, tratando de recobrar el aliento; yo quedé inmóvil, disfrutando la serie de sensaciones que me producía su derrame en mi cuerpo. Sentía mi vulva abierta de par en par, cómo si alguien la hubiera forzado con una enorme herramienta. Las caderas me dolían y las sienes me temblaban. Abrí los ojos y lo miré apoyándome en un codo. La vergüenza me dio de lleno. Era verdad lo que había sospechado, que ...