Trío por equivocación
Fecha: 27/09/2018,
Categorías:
Sexo en Grupo
Confesiones
Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
Ahora estoy sentado en mi escritorio, pensando en cosas en las que uno sólo se detiene cuando hay poco trabajo por hacer, y en el monitor de la compu sólo se despliegan fotos y videos de modelitos de publicidad, colegialas exuberantes, guachitas posando en playas paradisíacas, y un sinfín de bombardeo sexual, a punto de narrarles mi historia. Soy un hombre de 48 años, de estatura normal, asqueado de la rutina, casado y con muchas fantasías. Lo que les cuento me sucedió hace unos meses atrás, gracias a los fetiches de mi mente. Hace poco más de un año me veo con una pendeja de 18, que no solo es preciosa, sino una sátira degenerada y morbosa mujer sedienta de sexo, que prefería a los hombres de mi target. Por supuesto, no iba a negarme a satisfacer sus deseos de perra. Un día, luego de una hora de paja telefónica con Piukén, que significa corazón en mapuche, quedamos en juntarnos en mi oficina durante el mediodía, que es el horario de salida del personal administrativo, que es mi área. Cuando al fin llegó, solo quedaba en el recinto Liliana, mi reacia secretaria malhumorada y un tanto histérica, tal vez hasta celosa. Tenía algunas razones porque, ella y yo estuvimos boludeando mucho con encamarnos y, si aquello pasaba yo debía darle un aumento y mejor jerarquía en la empresa. Nunca se dio porque no me atraían sus berborrágicos 35 años repletos de conflictos, aunque algunas veces me fijé en su orto bien parado para dedicarle alguna pajita en el baño. Pero yo necesitaba aire ...
... fresco, despreocupado y sin rollos. Así que para evitar chusmeríos entre ella y mi esposa, hice pasar a la nena rápido a mi oficina y le ofrecí un café para entrar en clima, además de unos bocaditos con nueces y almendras. Ella lucía un provocativo vestido suave al tacto y olía a pistilos primaverales. Eso me puso como loco y quise acelerar las cosas. Pero en pleno cortejo Liliana interrumpió con una nota poco importante y nos descubrió, todavía sin hacer nada para mi fortuna. Aunque nos cortó todo ambiente posible. Pidió disculpas y salió de mi despacho con los ojos extraviados. Piuquén dijo que se sentía incómoda y que prefería irse, ya que no quería problemas. Pero me rompió los esquemas cuando a cambio de su ausencia se sacó la bombachita y la dejó sobre el fichero. Ni siquiera quiso que la acompañe a la puerta. Ni bien estuve solo en el ascensor me entregué a esa tela llena de flujos exquisitos para beberme su aroma y lamer su sabor. No pude soportarlo, y me hice una paja padre sobre aquella delicia, hasta dejar toda mi leche en la parte de la concha, imaginando que luego de semejante voluntad la nena volvía a ponerse la bombachita sucia y me comía la boca. Nunca había sudado tanto, ni el tiempo me pareció tan corto en ese ascensor! Pasó un tiempo considerable hasta que volvimos a hablar con la piba. Fue cuando me envió un mail con fotos de su cola en traje de baño. Volví a invitarla a mi trabajo, pero esta vez por la siesta, donde todo el mundo en Buenos Aires sale a ...