Trío por equivocación
Fecha: 27/09/2018,
Categorías:
Sexo en Grupo
Confesiones
Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos
... almorzar. Tocó el vidrio polarizado con su anillito y abrí con sorpresa. Traía un short muy cortito con un cierre que iba de la concha al culo sin escalas, y una remerita azul suelta de textura liviana. No saben cómo le resaltaban esos pomelitos! La abracé inquieto y noté algo raro en su corpiño. Comencé a palparla mejor y pensé: ¡qué rico, son de esos que usan las madres para dar de mamar a sus bebés! Porque tenían unos abrojitos. En breve encaré una manoseada bestial contra la puerta a sus tetas y a ese orto envidiable que desordenaba mi libertad. La besé como no recuerdo haber besado a una hembra así, apoyándole mi pene rocoso en su pantalón, mordisqueando sus orejas y buscando la forma de desnudarla. De la puerta la llevé al escritorio donde la recosté autoritariamente, tirando desesperado al suelo todo lo que había encima para rozar con mi lengua sus pezoncitos erectos y su ombligo que clamaba por que mi saliva lo conquiste, mientras su risita era un pecado sonoro perfumando mi moral. En el camino quedó su short, sus tacos altos y su remerita, cuando ahora mi pija hacía contacto con su sexo entre las costuras de su húmeda bombachita rosa, impulsado por la adrenalina y las cosquillas que ella me juraba sentir. En un segundo de distracción, tal vez cuando estuve por penetrarla para repartir bombazos en su interior, noté que la puerta estaba entreabierta, y entonces vi a mi secretaria mirarnos con cara de puro placer, tocándose por encima del pantalón, y por momentos ...
... dándose algunos golpecitos en su entrepierna. Me hice el boludo y la dejé que fuese espectadora de cómo le corría la tanga a Piukén para entonces chuparle esa conchita tierna, jugosa y con aquel aroma perverso que decoraba la tela que me desestructuró por completo en el ascensor. Cuando atrapaba su clítoris en mis labios la nena hasta lloriqueaba extasiada y toquetona, porque a toda costa intentaba agarrarme la pija. Todo hasta que oímos que Liliana desde su silla dijo: ¡no te da vergüenza Miguel… esa nena podría ser tu hija… seguro ni se lava los calzones… es una atorranta, y tu mujer lo va a saber! Entonces me vi obligado a pedirle que entre, que no arme escándalos y que todo iba a estar bien. Hasta la amenacé con despedirla. Vaciló un instante, pero entró con gesto decidido. La nena me miró asombrada, y con desaprobación. Pero pronto se habituó a su presencia. Besé con mucho fuego a la puta curiosa de Liliana, mordiendo impetuoso sus labios, le di unos chirlos estruendosos en esa cola blandita pero desnuda, ya que no traía ropa interior bajo su pantalón, la dejé en tetas y la obligué a pajearme mientras se las mamaba. Piuquén registraba todo, hasta que se bajó del escritorio, le fregó su tanga en la cara a Lili diciendo: ¡te gusta mi olor perrita, yo soy una hembra de verdad, y bien calentona! Se arrodilló para chuparme la pija con una furia desconocida para mí, y le pidió a Lili que se agache para ayudarla. Lo hizo eligiendo mis huevos y mis piernas. Hasta que comenzó a tenerle ...