Claudia, mi cuñada
Fecha: 10/10/2018,
Categorías:
Dominación
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... dedos se hincaban en mi coño profundamente. Me estaba masturbando, y estaba excitada como una perra. Deseaba tocarme, acariciarme, arrancarme los pezones, pero ella me había dicho que no me podía tocar, así que toda mi excitación se concentró en mi coño, y todo el placer obtenido venía de él, así que lo movía como una loca, buscando que sus dedos me penetraran profundamente y que sus labios, los de su boca, se fundieran con los míos, los de mi coño. Cuando mi orgasmo acabó, ella se puso de pie y me miro triunfante. Me besó en la boca y se marchó, y a mí me dejó rendida, cabizbaja, porque pensaba que ella era mi cuñada, pensaba en Juan, pensaba en que lo que había hecho no estaba bien… y pensaba en lo bien que me lo había pasado. No sabía cómo iba a salir de la ducha y la iba a mirar a la cara. Al final salí, vestida de la manera en que quería que mi marido me viera, y cuando la vi, ella estaba de la misma forma, discreta y comedida, como si no hubiera pasado nada; como si en el fondo, no nos hubiéramos comportado como dos zorrones, a espaldas de nuestros maridos. Preparamos el almuerzo, pues nuestros maridos habían llamado para darnos novedades sobre la marcha de la excursión y decirnos que estarían para la hora de comer, un poco tarde, pero para la hora de comer. Durante este tiempo, Claudia actuó con normalidad, a pesar de que yo hubiera soltado todo y me hubiera puesto a morrear con ella otra vez. Llegaron nuestros maridos, comimos y como estaban muy cansados, se ...
... ducharon (uno después del otro) y se fueron a dormir la siesta, cada uno a su cama. Yo también me fui a dormir la siesta. A pensar en lo sucedido, de nuevo, consentimientos encontrados. Claudia disimulaba muy bien, y yo intenté hacer igual que ella delante de nuestros maridos, pero era evidente que, por una parte, entre las dos se habían acortado las distancias, por lo que yo, especialmente me sentía más unida y más cómplice. Por otra parte, ahora me sentía subordinada a ella, dispuesta a darle siempre la razón y a dejarme manipular delante del que fuera. Juan estaba feliz, porque notaba que esa barrera que siempre había existido entre su esposa y su hermana se había esfumado. ¡Si supiese la verdad del asunto! Lógicamente, un fin de semana en la playa con compañía no se entiende si no se va a cenar fuera y después se va a tomar unas copas. La cena fue en un restaurante de playa, de un nivel medio y precios asequibles, aunque el restaurante tenía mantel y servilletas de tela. Nuestros maridos hablaron de ña excursión y nos comunicaron que al día siguiente les habían invitado a ir a pescar, por lo que se levantarían más temprano aún y se irían más temprano aún. Sentí un sobrecogimiento. Miré a Claudia, que me miró sonriendo y me guiñó un ojo. Ya estaba segura que esta historia tendría una segunda parte, en el día siguiente. Sentí que algo rozaba mi pierna. Era Claudia. Se había quitado el zapato y comenzaba a acariciar mi pierna con su pie desnudo. Primero mis pantorrillas y la ...