1. El otro cartero de Neruda


    Fecha: 23/10/2018, Categorías: Confesiones Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... cuando empezó la maquinaria sexual de mi cuerpo a funcionar y vi la oportunidad de retirarle su cerveza, apoyarla junto a la mía en una mesa auxiliar y darle un abrazo. Quería que sintiera mi apoyo ante su situación personal y también como se había puesto mi polla que quería salirse de mis pantalones. Ella también me abrazaba, estaba necesitada de atención, de cariño y ahí estaba yo para darle todo eso y hacerla gemir como a una perra. Seguí rozándome con ella, quería que sintiera el tamaño de mi rabo. Ella había conseguido ponerme muy cachondo y tras 10 segundos abrazados me separé de ella y busqué su boca para besarla. Estaba claro que si me rechazaba cogería mis cosas y me iría a bajarme el calentón a casa de Nuria porque ella siempre estaba disponible. Pero mi beso no fue rechazado, todo lo contrario, fue recibido con avidez, con la rabia de esposa desatendida. La besaba moviendo mi boca como si quisiera comérmela, mi lengua juguetona se movía como pez en el agua en su boca. Ella separó su boca de la mía y me dijo que fuésemos para dentro ya que desde allí fuera podrían vernos desde la carretera que había al lado de la vivienda. Me cogió de la mano y con fuerza me arrastró hasta su dormitorio. La cama estaba sin hacer, completamente abierta. Allí me tiro sobre la cama y se abalanzó sobre mi buscando nuevamente mi boca. Me sorprendió su destreza para saltar sobre mi, más propio de una jovencita ardiente que de una mujer casada. Sin tiempo casi para reaccionar me quitó mi ...
    ... camisa amarilla y mi elegante corbata. Ya estaba con el torso al descubierto cuando empezó a besarme el pecho y a buscar mis sensibles pezones. Se pusieron erectos sólo con sentir el tacto de sus manos y me hizo dar el primer gran suspiro de este polvo. Sus mordiscos en mi cuello hacían que agarrara su culo y lo palmeara de vez en cuando. Tenía unas ganas de follar tan grandes como yo. Ese momento en el que un hombre desea tanto a una mujer como ella lo desea a él es estado que debería ser eterno. Su mojada lengua recorría mi cuello y al acercarse a mi oído susurraba cosas como:-¡ quiero que me folles sin piedad cartero! Estaba tan excitado que tenía la sensación de que mi polla estaba soltando lechilla. Le arranqué el pareo y la tumbé sobre la cama. Era hora de hacer mi magia. En mi cuerpo hay tres partes del mismo más grandes que la media: mi nariz, mi lengua y mi polla. Y ahora era la hora de mi salivada lengua. Cuando estoy con una mujer mis glándulas salivales no paran de trabajar así que empecé por su boca y continué besando su cuello. Arrastraba mis dientes sobre sus hombros mientras mis manos acariciaban el contorno de su pecho. Quería tocar sus tetas, besarlas, acariciarlas pero sabía que debía esperar. Antes quería explorar su cuerpo, morder las estrías de su barriguita, soplar su tímido ombligo y pellizcar su incipiente celulitis. Ella se veía insegura pero yo quería demostrarle que me atraía todo en ella. Recorrí sus morenas piernas para pararme en sus pies. Tenía ...