1. Trágica historia de sexo


    Fecha: 27/12/2018, Categorías: No Consentido Infidelidad Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... los muchachos β€” dijo dirigiéndose a ella. β€” es un poco tarde después de todo lo que nos hiciste jeje, pero te los presento. Este es Mauro, este es Gonzalo, y ese de ahí es Dante. β€” dijo, señalándonos uno por uno. Y luego agregó. β€” ahora vos vas a ir al cuarto ese. Es chiquito, y solo tiene una manta en el piso. No tiene luz, y está muy oscuro. Andá allá y esperanos. Vamos a ir uno por uno a cogerte. Vos tenés que adivinar quién te la está poniendo. Si acertás al menos dos, nuestra deuda está saldada, sino, te quedás acá hasta la madrugada. β€” Vos me prometiste que a las diez me podía ir. ¡Mi marido está esperándome! Yo estaba borracho, pero alcancé a intervenir por ella. β€” Dejala que se vaya cuando quiera, no seas malo. β€” le dije. Pero nadie pareció oírme. β€” Andá a esperarnos zorrita. β€” le dijo Germán, y ella a regañadientes fue al cuarto. Repartimos las cartas, al primero que le tocaba el doce era el primero en cogérsela, y al que le tocara el segundo doce era el segundo, y así sucesivamente. Me tocó el tercer lugar. El primero fue Mauro. Mientras jugábamos al chinchón él fue a cogérsela. Germán se burlaba porque sólo se oían los jadeos de él. Ella no daba señales de placer alguno. Salió del cuarto todo transpirado. β€” Es una frígida, pero está buenísima. β€” dijo. β€” ah, me dijo que yo era Gonzalo, así que perdió la zorra. β€” Dejala en paz, imbécil. β€” le dije yo. El segundo fue Gonzalo. Se puso en bolas delante de nosotros y fue a su encuentro. Esta vez se oyeron leves gemidos ...
    ... de ella, mientras él le daba indicaciones de cómo ponerse. β€œno, eso no me gusta” se la escuchó decir, pero sus palabras se ahogaron en un suspiro de resignación. Gonzalo volvió con una sonrisa pintada en la cara. β€” Esta mujer es un infierno. β€” Dijo. β€” Dios le da pan al que no tiene dientes. β€” comentó Mauro. β€” ¿qué? β€” dije yo. O eso creo. β€” Dale, te toca a vos. β€” me dijo Germán. La habitación estaba realmente a oscuras. Fui tanteando, y entonces una mano me agarró el tobillo. β€” Acá estoy, no me vayas a pisar. β€” me susurró. Me desnudé y tiré la ropa a cualquier parte. Me acosté encima de ella. Tenía un rico perfume que se mezclaba con el olor a transpiración y a semen. Sentí la suavidad de su piel, que era cortada por la viscosidad de aquellas partes donde había recibido las eyaculaciones. β€” Vos no sos Germán. β€” dijo, muy despacio. β€” decime tu nombre por favor. Así me voy de una vez. β€” Dante. β€” le dije al oído. β€” si no querés, no hacemos nada. β€” le dije. β€” Hacé lo que quieras. Igual ya me hicieron de todo. Me dio lástima. Pero estaba pegado a ella, y mi sexo estaba duro como el fierro, apoyado en su pelvis. Sólo era cuestión de hacer un movimiento para introducirme en ella. Y así lo hice. La maniobré como si se tratara de una palanca, y le enterré mi sexo hasta el fondo. Ella no solo gimió, sino que gritó. β€” Bien campeón. β€” se escucharon los gritos de los muchachos que me arengaban. β€” Despacito, la tenés grande. β€” me pidió ella. Si no fuese por lo bizarro de la situación, diría ...