1. Hasta que se me hizo


    Fecha: 22/01/2019, Categorías: Hetero Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... la cama, donde nos regalamos más de dos horas de intensa y salvaje pasión. La recosté boca abajo y comencé a besarla desde su nuca hasta los pies, lenta y suavemente, como no queriendo acabar jamás. Sus gemidos me indicaban que el tratamiento de que la hacía objeto era precisamente el que ella merecía y esperaba. Cuando pasé mi lengua por sus redondas nalgas, como por instinto ella las levantó y me dejó ver su lindo culito, evidentemente jamás tocado por hombre alguno. Sin avorazarme, seguí con mi tratamiento y la voltée boca arriba y ahora dedique mi lengua a pasarla desde el cuello hasta las rodillas. No era difícil saber que Elsa es una mujer bastante caliente, pero a la que gusta que su hombre la haga sentir mujer. Mientras yo pasaba mi lengua por cada centímetro de su cuerpo, ella jugaba uno de sus dedos en su vulva, lo mismo pasándolos por sus labios genitales que frotando con algo de ansiedad el clítoris. Para cuando posé mi boca en su vagina, estaba totalmente empapada y, sin que yo preguntara, me dijo, llevo tres orgasmos, el número más alto que Alfredo me ha hecho sentir en una noche. ¡Y apenas llevábamos media hora amándonos! Jugué un rato mi lengua con su clítoris y supe que fue al cielo una vez más. De allí, pasé a colocarme sobre ella, que me esperaba con sus piernas muy abiertas y metí mi estoque hasta el fondo, en un movimiento que sentí delicioso. Ella se convirtió en un solo gemido, lo mismo cuando la penetraba que cuando le sacaba mi aparato para ...
    ... embestirla de nuevo. Su estrechez me revló que no era falso lo que ella me había contado. Mi amigo Alfredo le había dado muy poco uso y ella tenía razón en reprocharlo. Sus grititos de placer me provocaron tal excitación que, sin preguntar, le solté toda mi leche en sus interiores, provocando que sus pies se envolvieran por mi espalda y me apretara a ella, como si quisiera que mis jugos le llegaran hasta el estómago. Jadeantes y sudorosos, quedamos los dos tirados en la cama, abrazados y dándonos miles de besos. Como si mi verga supiera que estaba con la mujer de mi vida y como si pensara que ésa podría ser la primera y única vez con ella, en pocos minutos volvió a ponerse erecta, como si no hubieran pasado casi una hora de extenuante relación sexual. La tomé una de sus manitas y la coloqué de tal manera que le diera masaje a mi estaca, que no lo necesitaba, pero quería saber su ella estaba dispuesta a volver a cogernos. Ahora fue ella la de la iniciativa, pues me hizo acostarme boca arriba, con mi verga bien parada y sobre ella se sentó mi amada. Con una mano se sostenía para n caerse y con la otra se dirigía mi palo hacia su cuevita, todavía escurriendo mi leche combinada con sus jugos. Se mantuvo en esa posición qupién sabe cuánto tiempo. Hasta que se cansó y solita se colocó en cuatro patas, parta que le diera por detrás, pero la sola visión de su oscuro hoyo anal kme despertó la lujuria y le coloqué la munta de mi verga en su entrada. Ella frunció el hoyito, en franco ademán de ...