1. Secreto de confesión


    Fecha: 24/01/2019, Categorías: Gays Tabú Transexuales Autor: amanuense, Fuente: xHamster

    ... Nerviosa, la tela se me trabó con los pequeños tacones y apunto estuve de caer. Cuando se las entregué las miró, las olisqueó y las guardó en el bolsillo. Al volver a mi posición una nueva palmada enrojeció mi trasero, y su mano empujando mi cabeza me hizo quedar aún más a su merced.Lo sentí acercarse. El roce con su glande tembloroso, el paso de su polla dura en mis nalgas. Sus manos se posaron en mí. Sentía sus dedos clavándose en mi piel, separando los cachetes de mi culo, queriendo abrir un ano que se veía demasiado cerrado. De pronto me distrajo el sonido de unas campanas. Los cuartos y hasta siete campanadas. Entre la segunda y la tercera el escozor de un cuerpo húmedo y calido rasgando mi ano sin lubricación. Gemí y ahogué un grito en mi garganta mientras sentía cómo me iba penetrando. Una pequeña pausa, un nuevo empujón y la satisfacción de ver cumplida mi más oscura fantasía. Mi cuerpo ardía con toda su polla alojada en mi recto. Él comenzó a retirarse lento, hasta que su abultado capullo hizo tope. Entonces un violento empujón que me hizo darme de bruces con el armario. Con la boca abierta y la garganta seca aguantaba sus idas y venidas. El olor a incienso y a iglesia se impregnaba en mí. Lo rápido de la follada me dejaba suponer que él sentía el mismo miedo que yo a que tras un movimiento de manija llegase el sonido de unas llaves en la cerradura y ser descubiertos en tan pecaminosa escena. Agarrado a mis caderas me penetraba sin pausa. A una salida lenta seguía ...
    ... un empujón brusco que volvía a clavarlo en mí. Aquel sacerdote no debería saberlo, pero el hombre que era bajo sus hábitos sabía tratar a las putitas como yo. Sus manos doblaban mi espalda, empujaban mi cabeza, me hacía mirar al suelo. Mis manos se agarraron al crucifijo que tenía delante. Lo sujetaba con fuerza, hasta sacudirlo de un lado a otro cuando los empujones que rompían mi culo se hacían más violentos. Seguía follándome. Únicamente se detenía para levantar mi falda o buscar una postura más cómoda para sus golpes de riñón. El calor y el escozor que nacían en mi ano se apoderaban de todo mi cuerpo, y ni siquiera el frío metal del Cristo crucificado que sujetaba entre mis manos podía calmarlos. En el silencio de aquella habitación, de su boca sólo escapaban una especie de gruñidos y la mía era incapaz de producir otra cosa que callados quejidos. Sus manos bajaban por mis muslos, levantando mi pierna. De nuevo sentí el chasquido de su mano abierta golpeando mi piel. Imaginé el dibujo de su mano sobre mi piel colorada y cuando repitió el castigo sonreí. Sujetaba con su brazo mi pierna levantada, uno de mis zapatos colgaba y con cada uno de sus empujones, mis costillas chocaban irremediablemente con el aparador.Se tomó una ligera pausa. Sentí su respiración pesada, sus manos buscando la manera de acomodar mi cuerpo, e inició una nueva tanda. Su polla dura entraba y salía sin dificultad de mi trasero. Yo ya me había acostumbrado al dolor que su presencia en él me causaba, y ...
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