1. Noche de bodas muy deseada (primera parte)


    Fecha: 03/02/2019, Categorías: Hetero Autor: Dita Delapluma, Fuente: CuentoRelatos

    ... descubrieran, no sólo tenía su morbo, sino que también era parte de vivir separados y aguantar sin sexo… Los días fueron pasando, y los primeros fueron los peores, los más duros… pasadas un par de semanas, me fui acostumbrando a dormir sola. No era agradable, desde luego, pero al menos, no era tan horrible como la primera noche. Me fui acostumbrando por igual a vernos sólo en el trabajo y cuando quedábamos; hablábamos por teléfono todos los días, con frecuencia durante varias horas… no pocas veces le propuse tener sexo telefónico, pero se negó tajantemente, teníamos que aguantar. Me parecía que el tiempo no pasaba nunca… llegué a detestar los fines de semana, porque aunque le veía más, no tenía nada que me distrajera cuando él no estaba, en cambio que entre semana tenía que preparar mis clases, corregir ejercicios, poner exámenes y evaluarlos, preparar actividades, leer, repasar… Los sábados por la noche eran criminales, cuando me dejaba en casa, me parecía que se me caía encima el mundo… ¡y lo peor, es que Oli parecía tan fresco, como si aquello no le afectase lo más mínimo! ¿Acaso no me quería, acaso le daba igual todo…? -¡Desde luego que no me da igual y claro que te quiero…! – me contestó, casi dolido, cuando se lo pregunté – Lo único que pasa es que yo tengo más experiencia que tú en estar solo, pero eso no implica que no lo pase mal o que no te eche de menos… Era un alivio saberlo, aunque pareciese llevarlo mucho mejor que yo… yo estaba francamente desesperada, le ...
    ... deseaba con toda mi alma… Eso sí, habíamos redescubierto los besos. Puesto que era lo único que Oli se permitía que hiciéramos, con mucha frecuencia pasábamos la tarde entera besándonos. Por regla general, esto lo hacíamos en cafeterías o pubs, donde por mucho que quisiéramos, no podíamos desbocarnos… cuando lo hacíamos en su casa o la mía, Oli se parapetaba detrás de un cojín en su entrepierna y una gruesa colcha, que agarraba como un ahogado un salvavidas, para que no pudiéramos tocarnos el cuerpo, sólo abrazarnos… sólo por fastidiarle un poco, me gustaba jugar a meter los brazos bajo la colcha, o colar mis manos por el cuello de su camisa… o llevar las suyas a mis pechos o mis nalgas. Aquello lo enloquecía, pero debo decir que tenía una voluntad de hierro, nunca conseguí descontrolarle. Sólo en alguna ocasión empezó a animarse demasiado, pero lo arregló huyendo a la cocina y pasándose hielo por la nuca, la zona que es su punto débil y que yo no cesaba de tentar, pero él aguantaba como un verdadero héroe… llevábamos más de dos meses de abstinencia cuando su necesidad de hielo empezó a hacerse tan frecuente, que cuando quedábamos en casa de alguno de los dos, ya teníamos preparado un cuenco con ellos, para ganar tiempo. Yo no lo sabía, pero Oli tampoco lo llevaba tan bien como aparentaba… empecé a notar que me desaparecía ropa, sobre todo jerseys y los picardías que usaba para dormir, y cuando los encontré en su casa, tuvo que admitir que efectivamente él los había cogido. ...
«1...345...»