1. Las siete vidas del gato - Un pan atraganto al gato y le resto otra vida


    Fecha: 05/03/2019, Categorías: Gays Autor: relatosdesexgay, Fuente: SexoSinTabues

    un relato mas de la saga de 7 relatos de las vidas del gato, espero les guste Como les conté en un anterior relato, mi barrio era nuevo y aún tenía muchas calles sin construir, lo que me permitía correr a lo que mi pequeña moto me daba de velocidad. Siempre al caer la tarde pasaba un chico de unos 28 años en una moto de mayor cilindraje que el mío de la cual arrastraba un remolque acondicionado para almacenar pan, llegaba a todas las casas con el producto a domicilio. Un día después de comprar el pan de la casa le pregunte que, si me dejaba dar una vuelta en su moto, que quería experimentar en una más grande que la que yo tenía, a lo que Adolfo (nombre del chico del pan) me dijo que en media hora lo viera tres calles más debajo de mi casa por donde no construían aun, para que no nos vieran y de pronto lo fueran a regañar por prestarme la moto grande. Pasado el tiempo fui a cumplir mi cita, estacioné mi moto a orilla de la vía debajo de unos árboles, y a los 10 minutos llego Adolfo, desprendió el remolque de su moto y me invito a conducir la suya, pero no solo porque le daba un poco de miedo que me fuera a caer Se subí a la moto con él de parrillero, se sujetó con las manos a mis hombros. Arranqué la moto y tomamos velocidad. Pronto me di cuenta de que algo Me presionaba en el culo, y comencé a sentir una sensación extraña entre las dos nalgas, como un picor que era bastante placentero, debo reconocerlo. Aquella presión entre mis nalgas fue aumentando, y no sabía muy bien por ...
    ... qué. El caso es que yo estaba alcanzando ya una velocidad bastante respetable, y el aire en la cara y aquella presión creciente en el culo hizo que mi pene se empezara también a poner a tono. El chico, desde atrás, me susurró al oído. - Si no te importa, voy a cogerme a tu cintura, porque a esta velocidad si no, me voy a caer. Y quitó las manos de los hombros para agarrarme alrededor de la cintura. Se apretó más contra mí, y la presión entre mi culo se hizo aún más poderosa. No sabía por qué, pero aquella situación me estaba poniendo muy excitado. Sentía que mi polla crecía dentro de mi pequeño pantalón. Ya podía notar por detrás, sin ninguna duda, una dureza que sabía bien a qué correspondía, apoyada a las puertas mismas de mi agujero anal, sólo separado por la tela de mi pantaloneta. No sé cómo, pero actué por instinto: culeé con disimulo, como si quisiera acomodarme mejor en el sillín, pero con la intención de que aquella presión se incrementara. Entonces Adolfo actuó: retiró una de sus manos de mi cintura y, por detrás, me bajó la pantaloneta. Yo tragué saliva, pero no dije nada. Noté entonces como algo húmedo, pero relativamente delgado, se colocaba a la entrada de mi culo, ya entonces al aire libre de la joven noche, y pugnaba por entrar en aquel recóndito escondrijo. Lo consiguió sin mucho problema, porque tenía el agujero bastante lubricado por la excitación. Enseguida supe de qué se trataba: era un dedo ensalivado. Aquel dedo dentro de mí me produjo un escalofrío de ...
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