1. Las siete vidas del gato - Un pan atraganto al gato y le resto otra vida


    Fecha: 05/03/2019, Categorías: Gays Autor: relatosdesexgay, Fuente: SexoSinTabues

    ... fuimos fuera de la carretera. la suerte no nos abandonó: justo allí había un gran número de balas de paja que había colocadas en la curva, quizá para prevenir posibles accidentes. El caso es que mi compañero y yo nos tiramos sobre las balas de paja él de espaldas y yo casi encima de él, justo con mi cabeza sobre su pelvis. Así fue cuando di cuenta de que tenía, como a diez centímetros de mi boca, un pedazo de vergajo en plena ebullición; pude constatar entonces que, efectivamente, era monstruosamente grande: no menos de 23 centímetros tenía aquel pollón prodigioso, rezumante de líquidos, apetitoso, que estaba pidiendo "cómeme, cómeme". Y como yo siempre he sido muy bueno mandado, no me lo pensé dos veces: me metí como pude el glande hermoso y enhiesto dentro de la boca, y me pareció entonces haber encontrado el paraíso. Era una sensación exquisita, sentir dentro de tu boca, en tu lengua, en tus encías y dientes, aquel gran pedazo de carne que palpitaba por ti. Me gustó tanto que comencé a tragármela, poco a poco, con gran esfuerzo porque era un artilugio enorme y yo no tenía costumbre de tragar, ni remotamente, nada como aquello. Pero se ve que debía tener dotes innatas, porque conforme iba tragando centímetros de verga iba mejorando la técnica. Adolfo me ayudaba tomándome de la cabeza y ayudándome a progresar. Llevaba ya metidos en mi boquita adolescente la mitad del rabo, es decir, unos 14 centímetros, cuando noté que la punta del vergajo tocaba en la campanilla de mi ...
    ... garganta. No me arredré: redoblé mis esfuerzos e hice pasar el glande de la zona de las amígdalas, camino de la garganta. Una vez pasada esa frontera el resto fue relativamente fácil. Continué tragando, notando las cosquillas del capullo en la laringe, hasta que, al fin, conseguí llegar a enterrar mi nariz en el vello púbico de Adolfo, y con el labio inferior pude saborear el placer de tocar los huevos enhiestos de mi amante. Me sentí totalmente lleno, completo, sin ningún tipo de problema. Pero vi que Adolfo comenzaba a jadear y quería salirse. Yo, la verdad, me quedé un poco sin saber qué hacer, pero como él se salía, le ayudé en la tarea; sin embargo, justo cuando el glande aparecía sobre mi lengua, tras haber horadado muy profundo dentro de mi garganta, salió del ojete del mismo un chorro de leche tremendo, que me llenó completamente la boca. Lo probé casi sin darme cuenta, y comprobé que era un manjar exquisito, como una vainilla un poco agria pero decididamente erótica. Agarré entonces el rabo que pugnaba por escaparse y me lo situé encima de la lengua, donde descargó el resto de su cargamento, un cargamento copioso, no menos de ocho o nueve chorros, cada uno de ellos bien lleno de semen. Lo saboreé todo con glotonería, y esculqué en el ojete cuando ya parecía que no habría más. Conseguí una última gota que me pareció la más deliciosa de todas, y aún seguí chupando el glande un ratito más, saboreando el sabor de la leche sobre el pene. Por fin, Adolfo me separó la cabeza y ...