1. HISTORIAS DE LA OFICINA II (Franc)


    Fecha: 15/03/2019, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Mis tareas como putita de mis compañeros ya se habían convertido en algo natural y aunque algunos de ellos dejaron el trabajo, los nuevos que contrataba la empresa eran alertados por los otros (luego de un tiempo prudencial) para que también me usaran sexualmente. Durante ese tiempo el Sr. Hernández había descubierto mi vulnerabilidad por las cosquillas, así que sin perder su habitual seriedad, dos o tres veces al día me sometía a una larga sesión de cosquillas en las que yo reía nerviosa y alocadamente tratando de librarme infructuosamente de sus fuertes brazos y piernas entre los que me aprisionaba y no se detenía más que cuando yo caía al piso y pedía por favor que se detuviese, que ya no aguantaba más. Este era un show que hacía disfrutar y calentar mucho al resto de mis compañeros de la sección. Así estuve por algunos meses hasta que el puesto de cadete quedó bacante y me llamaron a mí para ocuparlo. Esto significaba un ascenso para mí, así que acepté el ofrecimiento aunque esto significara el alejamiento de mis amantes de Expedición (a quienes debo confesar que extrañé bastante). Ya en la nueva función abandoné el uniforme de fajina que usaba antes y comencé a vestirme normalmente a la moda como cualquier chico de 18 años con jeans ajustaditos y remeras de marca. Aunque este puesto era mucho menos pesado que el anterior, el hecho de pasar prácticamente todo el día caminando, comenzó a aumentar el tono muscular y el volumen de mis piernas (sobre todo los muslos y ...
    ... pantorrillas) y mis glúteos, endureciéndolos y haciéndolos más redondos. El otro cadete (Gustavo de 19) y los vendedores de Sala, Rolando de 21 y Tato de 23, siempre me hacían bromas sobre mi cola y cómo se me metía el pantalón en la raya... típicas bromas de muchachos, y yo fingía ofenderme... El hecho de haber sido ascendido, no le impidió al Sr. Hernández seguir sometiéndome a las sesiones de cosquillas, cosa que ya era conocida y festejada por todos en la empresa, siempre que no hubiera jefes en la vuelta. Una tarde, luego de marcar tarjeta ya me disponía a retirarme cuando como de la nada aparecieron Rolando y Tato, me abrazaron uno a cada lado y mientras me hablaban como en secreto diciéndome: "hoy es el cumpleaños del viejo" (así le decían al Sr. Hernández), me condujeron escaleras abajo al depósito del sótano, hacia la habitación que tenía allí el Sr. Hernández y golpearon la puerta. Yo sospeché que se trataba de una broma y que me entregarían al Sr. Hernández para el juego de las cosquillas y traté de zafarme de ellos pero me sujetaban fuertemente cada uno de un brazo, una mano en la nuca y con la otra me tapaban la boca. El Sr. Hernández abrió la puerta en pantalones pero sin camisa y por primera vez pude apreciar el enorme torso de aquel hombre fornido, fuerte como toro, de pelo en pecho, sus abdominales marcados, sus brazos musculosos. Ellos le dijeron:" felíz cumpleaños viejo, aquí tenés tu regalito". El Sr. Hernández sonrió hacia un costado y cabeceó indicando que ...
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