1. Nuestra perrita


    Fecha: 18/04/2019, Categorías: Lesbianas Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    ... queremos verte bien, y subite la remerita! Tenía pinta de ser más chiquita, pero su documento no mentía. Raquel me llamó aparte en la cocina, y me dijo: ¡qué pensás, la tomamos por unos días para ver cómo se porta? Te calienta esta pendejita sucia?! Le dije que sí entusiasmada, perpleja todavía, pero llena de curiosidad. ¡Ceci, necesitamos que dejes la cocina impecable… en el bajo mesada, a la derecha tenés todos los productos de limpieza que quieras… y después te decimos si te empleamos… dale? Pero, antes sacate las zapatillas, la remerita y el pantalón!, le ordenó Raquel tras convenirlo conmigo. Cecilia, a quien recién le conocía la voz dijo: ¡pero, por qué? No entiendo! ¡vos hacelo, y te pagamos el doble!, le dije resuelta pero nerviosa. Raquel y yo nos sentamos en el sillón a charlar con la tele prendida. Por eso Ceci no la escuchaba cuando me decía: ¡mirale el calzón, pobresita no?, está nerviosa tu nena! Te la querés comer toda, ya se te moja la conchita por ella?! La verdad es que, verla fregar la mesada, lavar tazas, ordenar las sillas, trapear el piso y preparar café en bombacha y corpiño por espacio de una hora me estaba enloqueciendo. La idea del café fue de Raquel. Cuando nos lo trajo sentí que una electricidad me recorría todo el cuerpo, porque su olorsito a pendeja me erotizó más que el café a punto. No lo soporté y me levanté para agradecerle con un beso en la boca, mientras con una mano le bajaba un poquito la bombacha. ¡qué hace señora?!, pudo decir antes de ...
    ... que mi lengua entre de lleno en sus labios, y después alrevés. El sabor de su aliento y su saliva desató en mi piel un fuego intenso, mientras Raquel le acariciaba las nalguitas y le desprendía el corpiñito. ¡vos no hables, y dejate llevar!, le dijo mi hermana con toda la cancha conduciéndola al sillón para recostarla boca arriba. ¡vení Ani, chupale las tetitas… y vos abrí las piernitas chiquitina!, dijo Raquel impulsándome a cometer un pezonicidio con mi lengua. Se las chupé, saboreé cada rincón de sus tetas, estiré sus pezones en mi boca, lamí extasiada lo dulce de su piel tersa, tibia y casi tan comestible como los gemiditos que se le escapaban, y ahogué los míos en su pancita preciosa. Cecilia tenía sus ojitos verdes cerrados, sus manos sobre mi cabeza, los pies estremecidos porque mi hermana se los besaba, y la mantenía con las piernas abiertas, porque quería comprobar si se le mojaba la bombacha. ¡sí Ana, lo estás haciendo bien nena, la tenés entregadita!, dijo Raquel estirándole las gambas. No sabía qué hacer cuando enseguida agregó con cierta impaciencia: ¡te toca a vos ahora, sacale la bombachita y cométela toda! Sabiendo los peligros que corría mi sexo a disposición de esa nena, la agarré de la mano y me la llevé a la pieza de mi hermana, que tiene una confortable cama de dos plazas. Abrí la cama, le saqué la bombacha, y al olerla dejé que ese néctar se funda en el aire que respiraba para que mi cerebro desee como nunca poseerla. Era una mezcla de olor a conchita y ...