1. Paseos - Sumisión


    Fecha: 11/06/2019, Categorías: BDSM Fetichismo Autor: Nuruon, Fuente: xHamster

    ... dolor. El había parado y ahora estaba de cuclillas frente a ella.—¿Acaso te he dado permiso?— No, señor.— Te correrás cuando yo te lo ordene. ¿Vas a ser una buena chica?—Sí, señor.Se incorporó y se volvió a poner detrás de ella. Esperando el momento de sentir como su pene volvía a llenarla de placer, sintió que la bola de acero dejaba su ano para dejarla caer por completo al suelo. De detrás de la mesita esta vez él hizo pivotar una mesa con ruedas forrada en cuero. Tenía unas argollas a los lados. Cogiéndola como a un saco de patatas la colocó allí y la maniató. De la mesita recogió una bandeja con varias pinzas de madera. Una a una las colocó en sus pechos cubriéndoles por completo con una macabra linea de presión. El dolor era muy intensos y no podía casi soportarlo. Expuesta como estaba, cuando acabó de poner las pinzas, volvió a penetrarla.Con los pulgares separaba sus labios para observar como se glande se enterraba entre sus piernas y poder ver de donde procedía aquel inmenso placer. Mientras la mente de ella trataba de decidirse por el dolor o el placer, él cogió más pinzas.—Te gusta, pero has sido mala —colocó una pinza en uno de sus labios mayores mientras su pene seguía su recorrido rítmico, como siguiendo los jadeos de dolor y placer que salían de la boca de ella—. Sólo gozarás cuando se te permita —otra pinza—, y todavía no ha llegado el momento—, otra pinza.Su vulva quedó rodeada de pinzas. Se movían a la par que él y las terminaciones nerviosas que recorrían la ...
    ... espina dorsal de ella ya no podían más. Su mente estaba dividida y al borde del abismo de la locura. Las oleadas de sensaciones le invadían de arriba abajo queriendo explotar por todos sus poros. El vigor de su pene comenzó a aumentar y sentía el placer empujando contra sus sienes tan fuerte como lo hacían las pinzas. Él hizo moverse una de las pinzas del pecho con la mano y grito de dolor mientras el placer que surgía en oleadas de su vientre lo mitigaba. Un choque de titanes en su interior.—¡Deje que me corra señor! ¡DEJE QUE ME CORRA POR FAVOR!Él retiró las pinzas una a una, despacio, mientras no bajaba el ritmo de sus caderas. Mientras el dolor de las pinzas desaparecía cada movimiento de cadera le inyectaba placer que recorría sus venas en trombas de jadeos y sudor, sus manos y pies trataban de romper las argollas que la sujetaban y con las caderas trataba de seguir el ritmo de su polla. Cuando la última pinza desapareció, su mente comenzó a fallarle. El placer tomó el control y ya no podía ni hablar. Sólo balbuceaba incoherencias propias de una poseída mientras la cabeza le daba vueltas en un torbellino de lujuria.—Correte —dijo él.Los espasmos comenzaron poco a poco a mandarle impulsos que adormecieron su cara, la punta de sus dedos y arquearon sus dedos de los pies; los muslos le temblaban al ritmo que su esfínter se abría y se cerraba con vibraciones que se unían a las de su vientre que expulsaban oleadas que rompían contra su razón haciéndola añicos en una inconexa ...
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