1. Mi esposa y el hombre alquilado


    Fecha: 07/07/2019, Categorías: Confesiones Sexo con Maduras Autor: Thomas, Fuente: CuentoRelatos

    ... negro. Mi esposa tenía 43 años por esas fechas, o sea, toda una MILF que se había conservado extraordinariamente bien y hasta la fecha, hace voltear a otros hombres. Imagínenla: Fernanda cuida mucho su forma de vestir. No necesita ropa ajustada o provocativa para darse uno cuenta lo que trae dentro. Sus nalgas y sus tetas resaltan discretamente, aunque a veces sale con ropa deportiva acentuando más su figura. Cuida mucho su peso y lo único que hace es teñir su pelo periódicamente. Mantiene su panocha rasurada a mi gusto, con una pequeña porción de pelo púbico a los lados. Su ano se lo exijo suave y completamente rasurado, aunque el exceso de pelo nunca ha sido para ella un problema. Mide 1.70, pesa 58 kilos. Su pelo es rubio obscuro de nacimiento. Tiene pequeñas estrías en el vientre, resultado de los dos embarazos, muy poca celulitis y sus tetas son naturales, ligeramente caídas, originalmente 36C, pero nunca voluptuosa, de gusto fino y elegante. Vivimos un noviazgo muy anal, cosa que hasta la fecha sucede; prefiero penetrarla por detrás y meterle el dedo y aspirar su olor cuando y donde se pueda, aún en lugares públicos. Todo inició para evitar el embarazo durante nuestro noviazgo. Me quedé enamorado de su bello ano. Hicimos el amor como pocas veces de intenso. Ya pasado el trance, entablamos la plática. “Te encantaría probar una de esas vergas, ¿verdad?”. Ella se quedó un momento en silencio, y finalmente aceptó que sí le gustaría, pero que sería una locura. Luego le ...
    ... pregunté sobre la edad y complexión del hombre de “su” fantasía. Fernanda me confesó que no le importaba mucho el físico, sino que estuviera bien dotado, como las fotos de internet. Aun a pesar de haber tenido sexo intenso minutos atrás, mi verga estaba parada al máximo con solo escuchar sus palabras. Fue cuando confesé por primera vez: “me encantaría verte en acción con otro hombre”. Fernanda volteó sorprendida ante mis palabras. Comencé a acariciar sus labios vaginales para reafirmar mi deseo y no dejarla enfriarse. Tomamos la computadora y comenzamos a buscar sitios de encuentros casuales. Aunque mi esposa estaba para que le pagaran por sexo, estábamos dispuestos a pagar por ver realizada “nuestra” fantasía; ya era de los dos. Habíamos derribado una muralla más. Estábamos convencidos y esa sería nuestra siguiente tarea: ubicar a alguien que llenara nuestras expectativas. Localizamos algunos sitios y comenzamos a pedir informes bajo otros nombres y otras ciudades. Pasaron días, semanas… Nuestras relaciones sexuales se hicieron más intensas aderezadas con la nueva fantasía. Mientras más tiempo pasaba, más refinábamos nuestras intenciones, pero aún faltaban los detalles básicos: donde sería y con quien, que tan confiable, discreto y sano sería el prospecto. Nos aterrorizaba pensar en enfermedades más que en algún loco. Sabíamos que se trataba de gente desinhibida completamente y potencialmente peligrosa, pero el deseo y la fantasía superaban cualquier objeción. Las respuestas de ...
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