1. Entre la playa y la luna


    Fecha: 17/07/2019, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... cada noche fuese la última de sus vidas y estuvieran dispuestos a conocer todas las experiencias posibles antes de caer postrados bajo el peso de una espada, deseando, seguramente, conocer todas las formas posibles de vivir antes de que la vida se les terminara. Nos acariciamos primero con suavidad, con cierta timidez, con afán de explorar hasta que punto podía llevarnos nuestra excitación. Dos cuerpos de hombres jóvenes, dispuestos a llegar hasta la entrega total del uno en el otro, en prueba de su amistad. Poco a poco la excitación creció: Ulises se colocó a espaldas mías y besaba mi cuello y los hombros mientras sus manos se encargaban de mi pecho y mi vientre, y su miembro se frotaba contra mis glúteos. Una sensación caliente me embargaba, un deseo de ser poseído por aquel semidiós, de fundirme en su cuerpo, de sentir su sexo duro y cálido dentro de mí, de abandonarme en sus brazos expertos para que me condujera a la orilla de un paraíso de sensaciones. Tocaba su miembro y mi corazón se alocaba, adhería mi piel a la suya y una descarga eléctrica me recorría entero, pero cuando él apoyaba su tranca en medio de mis nalgas firmes y redondas entonces me deshacía por completo. Era barro en sus manos, estremecido por la fuerza de sus brazos, sostenido por su cuerpo, calentado por su aliento. Me empujó hacia delante y quedé ligeramente inclinado, apoyado en sus ingles, mientras él estaba sentado sobre sus propias piernas. Su garrote firmemente empuñado con ambas manos intentó ...
    ... penetrarme por primera vez, sin más lubricante que su propia saliva. Sentí un piquetazo de dolor porque su miembro no lograba acomodarse a la guarida que mi cuerpo le ofrecía. Era demasiado grande para un culo todavía inexperto como el mío. Pero Ulises era de los que no se arredraban. Si el otro había penetrado en las murallas de Troya éste estaba decidido a penetrar en mi interior. Sentí un nuevo piquetazo de dolor que me hizo respingar, pero esta vez lo tenía adentro. Aquel ariete puntiagudo había logrado vencer mi resistencia. Su glande estaba alojado en mí, y el resto pugnaba por entrar todavía. Sentía que un poste de dimensiones colosales me estaba partiendo en dos. Despacio, dije, o pensé decirle, pero acaso las palabras no salieron de mi boca, o Ulises no las escuchó, concentrado como estaba en mi culo fuertemente apretado en torno de su verga. Empecinado en conseguir la plaza dispuso el siguiente embate que me lanzó al frente y cuando quise componer el cuerpo estaba completamente empalado. Una sensación caliente que venía desde mi orificio anal me invadía por dentro. Los dos resoplamos al unísono, unidos los cuerpos por aquella prolongación del suyo. Sus manos se aferraron a mis costados, a mis hombros, a mis pechos, empujándome hacia arriba y jalándome hacia abajo, mientras yo abría la boca para tragar el aire que sentía que me faltaba. Así empezó sus movimientos. Su verga prodigiosa se puso a recorrer mis caminos internos como un explorador salvaje, sin pedir permiso, ...
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