1. El siniestro profesor Leiva. Parte 1


    Fecha: 14/11/2017, Categorías: Hetero Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... pendejas que se le antojaba, sin remordimientos en su moral, y sin miedo a perder su trabajo. Y pensar que yo, se decía Natalia, tuve que esperar ocho años para encamarme con quien fuera una vez mi alumno. Se le dibujó una sonrisa al recordar al profesor Russo. Era una de las últimas incorporaciones de la institución. Se trataba de un ex alumno sobresaliente, que a sus veinte años fue alumno de una Natalia que daba sus primeros pasos en la docencia. Ella nunca se había fijado en él. No era uno de esos chicos que entraban en la lista de “los más lindos”, que hacía Natalia mentalmente. Pero Javier Russo, se había asegurado de que ella no se olvidara de él. En una fiesta de fin de año, donde se mezclaban profesores y alumnos, él, borracho de cerveza, le había confesado su amor delante de un grupo de amigos que se descostillaban de risa. “Profe, no sabe el placer que fue asistir a sus clases” había dicho, largando el aliento etílico, tambaleándose, “usted es la profesora más linda del mundo”, dijo, ante una Natalia colorada como un tomate. “esas pequitas le quedan divinas” siguió diciendo el adolescente borracho, mientras ella daba un paso atrás, y buscaba a Florencia con la mirada, para que venga a rescatarla. “y sus ojitos verdes son los más dulces que vi en mi vida”. El grupo de amigos estalló en carcajadas, y se llevó al chico, para que deje de importunarla. No volvió a verlo. Alguien le había dicho que se había pasado al turno mañana. En esos tiempos ella sólo daba clases a ...
    ... la noche, así que de a poco, aquel pendejo fue quedando en el olvido. Aunque, cada tanto, lo recordaba, ya no con la incomodidad del momento, sino con gracia, y también con admiración, porque tenía que reconocer que borracho, o no, había que tener mucho huevo para encarar a una profesora. Ocho años después se reencontraron en los pasillos oscuros de la universidad. A Natalia le costó reconocerlo, porque con la barba frondosa y los músculos marcados, se veía bastante cambiado. Todo vestigio de su adolescencia se había perdido en los hombros anchos y en el pecho peludo. Pero una vez que él le recordó aquella fiesta de fin de año, rápidamente se dio cuenta de que aquel muchacho gracioso que le había confesado su amor, o algo parecido, era el mismo hombre que ahora se mostraba como un macho fuerte y seguro de sí mismo. No tardó en encamarse con él. Era soltera, y estaba más cerca de los cuarenta que de los treinta, así que no había motivos para las dudas y el histeriqueo. Bastaron unas cuantas charlas agradables para que decidiera cogérselo. Una tarde, ella le había comentado que su auto estaba en el taller mecánico, y él, rápido, aprovechó para ofrecerse a llevarla, a pesar de que vivía en dirección opuesta. - Pero se te va a hacer tarde. – le había dicho ella, más que nada por obligación. Quería que el profesor Russo la alcance con su auto, tanto como él quería llevarla. - No pasa nada. – dijo él, y su barba se movió, cuando se le dibujó la sonrisa. – Si no vivís lejos. Perderé ...