1. COMO NOS COGIMOS A LA SEÑORA DE LAS CARNITAS


    Fecha: 16/11/2017, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    La señora nos provocaba siempre con sus escotes y su ropa atrevida. A don Beto, creo que ya ni se le paraba, por eso agradeció que nosotros, unos tristes escuincles hambriados del cetis, le diéramos verga a su mujer. Todos los viernes después de salir del cetis, nos íbamos al tianguis que se ponía cerca de la esquina de nuestra humilde escuela. Vendían cosas de todo tipo como en cualquier tianguis de la ciudad, pero nosotros íbamos a lo que íbamos, a verle las tetas a doña Ema y darnos un atracón de tacos de carnitas. Para esto ahorrábamos toda la semana algo de lo que nos daban para nuestros pasajes y gastos. Éramos puros weyes de entre 17 y 19 años. Todos pobres, pero eso sí muy calientes. Las morras del cetis no estaban mal, habia varias que nos traian locos, pero la señora Ema, encargada del puesto de carnitas sin duda nos hacía chaquetearnos al menos el viernes por la noche. Era una mujer no demasiado bella, tampoco horrible, algo rolliza, pero con unas tetas muy grandes y unas nalgas que le hacían juego. Era simplemente una mujer que se veía le gustaba provocar a los hombres. Era divertida, alegre, ingeniosa y vulgar . Tenía la piel blanca y el pelo pintado de güero. Usaba unas uñas falsas y siempre iba muy maquillada. Cuando partia las carnitas con el pequeño machete de taquero, las chichotas se le movían y cimbraban muy sabroso como unas gelatinas y todos quedabamos hechizados cuando se agachaba para sacar los refrescos y entonces las blusas escotadas que usaba se ...
    ... le bajan aún más y hasta llegamos a verle las areolas gigantes que tenia y todos babeábamos. Su trasero estaba muy sabroso también. Tenía ese tipo de nalgas que son muy prominentes y anchas . Más de una vez me imaginé a la ñora de las carnitas en tanga y sin brassiiere y hasta me escurría la verga de imaginar que podia meter mano en esas carnotas ,algo aguadas y celulííticas y más aún, de poder cojérmela como a mí se me diera la gana. Doña Ema tenía como cuarenta y algo cuando la empezamos a frecuentar, y se veía que ella nos daba cuerda, pero había un inconveniente: su marido, don Beto. El señor era mayor que ella, algo asi como unos veinte años y parecía un perro vigilante, o eso creíamos. Estaba ahí todo el tiempo, siempre leyendo algún periódico de nota roja o la seccion deportiva. Era callado y estorboso, tenía la cabeza llena de canas y la cara arrugada y morena. Siempre nos decía: - qué van a llevar hoy, muchachos, de maciza o surtida? Nosotros para fastidiarlo, siempre decíamos que de las dos, - de las dos don Beto, nos gusta de todo,- decíamos, porque en realidad nos referíamos a la ñora. Pasaron varias semanas en que intentábamos acercarnos aunque sea un poco a doña Ema, mi compañero Carlos y yo, sin que don Beto se diera cuenta, un dia, estuvimos a punto de rozarle sus nalgotas cuando íbamos a ponerle salsa o guacamole a nuestros tacos, pero la señora se volteó a darnos el cambio y ya no pudimos hacer nada. Hubo una ocasión que Galindo, el mayor de nosotros, se le ...
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