1. Cruza en Celo


    Fecha: 21/10/2019, Categorías: Incesto Tus Relatos Autor: Sombra, Fuente: RelatosEroticos-Gratis

    ... veces iba a fiestas, por lo que sabía de mi tía, toda una ratoncita de biblioteca.
    
    
    
    -Paula, ya no te hagas, sé que estás incomoda y por más que quiera negarlo, ya te vi, lávate bien.
    
    -¡Eres un tonto!
    
    -¡Entonces haz lo que quieras!
    
    
    
    Encaprichada, se quitó mi playera y la arrojó al pasto mojado, dejándome ver una hermosa matita de vellos púbicos finitos, los cuales apenas cubrían unos labios regordetes y cerrados.El paquete en mis pantalones creció sin poder esconderlo, el olor de su orín y la vista de sus genitales me estaba inflando.
    
    
    
    -¡Los ves! ¡Esto es lo que quieres, verdad!
    
    -Mírala bien, grábala en tu mente, porque es la primera y última vez que la vez.
    
    
    
    Se acercó al chorro de agua y no dejó de soltar pequeños gritos por el agua fría y lo mojado del pasto circundante. Mientras seguía luchando con el agua, me metí al almacén a buscar algo con qué se secara, si no podría resfriarse.
    
    
    
    Los perros salieron en desbandada, ella primero a checar a su ama y el lastre atrás pegado en su grupa.
    
    
    
    No  encontré más que algunos trapos con los que mi tío parecía limpiar sus coches. Al salir me encontré un cuadro divertido, Rizos trataba de consolar a su ama a lamidas, en tanto que el perro trataba de decidir a qué hembra montar.
    
    
    
    Fui por ella y la cargué en brazos, en mi antebrazo podía sentir su concha y sus pelos mojados, pero el objetivo en ese momento era secarla.
    
    
    
    Como pude  utilicé los ya viejos trazos textiles, aún con el ...
    ... calor que hacía, ella ya se estaba enfriando, la abracé y trate de cubrirla con mi cuerpo. Su perfume natural era delicioso, su aroma corporal ya sin el olor del orín era otra cosa.
    
    
    
    Me dejé llevar, la cogí por la cintura con mis manos, las bajé frotándolas en sus ancas y hasta los muslos, para regresar y quitarle su camiseta de tirantes delgados y su sostén.
    
    
    
    Sus tetas medianas libres cabían en las palmas de mis manos, sus pezones erectos parecían botones. Su piel tersa olía deliciosa, su sabor llenaba mis sentidos y su voz evocaba sonidos que revolucionaba a mi corazón.
    
    
    
    Me quité el pantalón y sin más llevé mis dedos ensalivados a su concha y los introduje con cuidado. Estaba algo húmeda, se lo atribuí al agua, por lo que tratando de adecuarla para el acto amatorio, los repasé por toda la zona. Mi fiel amigo, más que Apolo se pegaba a su piel, doblaba mis rodillas un poco a modo de que quedara a la altura correcta de entrada.
    
    
    
    Despacio fui entrando, y por primera vez, sus brazos rodearon mi cuello y mientras entraba la iba levantado para una acometida más cómoda. Sus piernas rodearon mi cintura y ya no me soltaron.
    
    
    
    -Tonto, si hasta parece que el primerizo eres tú.
    
    
    
    Lo sentí. Esa barrera y algo caliente y espeso bajando por nosotros. La había desvirgado. No me dejó moverme, se sujetaba firme, dándome a entender que necesitaba tiempo para asimilar la situación.
    
    
    
    -Por más que traté...no te diste cuenta.
    
    -No te entiendo.
    
    -Que vas a ...