1. Ana (9)


    Fecha: 06/01/2018, Categorías: No Consentido Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos

    ... acostó de costado, con la pierna derecha flexionada, exponiendo sus famosas nalgas. Escuchó la puerta abrir. Le pareció raro que los pasos sonaran tan cercanos unos de otros. “está tan caliente que viene rapidísimo a cogerme” se dijo Ana, mientras ella misma se excitaba. Federico apareció en el umbral de la puerta. Estaba serio, pero debajo de su pantalón, su pene luchaba por liberarse. Ana flexionó un poco más su pierna, mostrándole su sexo húmedo. Fue entonces cuando, detrás de Federico, apareció otro hombre. Ana se sobresaltó. Sin embargo, continuaba de costado en pose sensual. —¿Y él quién es? —Apenas terminó de preguntar y apareció un tercer hombre.— ¿Qué pasa Fede? —preguntó, un tanto asustada. Él permaneció en silencio. Mientras los otros dos hombres se acercaban a la cama. Ahora Ana entendía todo, los sonidos de los pasos tan pegados unos de otros, no era porque Federico venía apurado, sino porque en realidad eran tres pares de piernas, que se acercaban sigilosas para poseerla. Uno de los hombres se sentó muy cerca de ella, al lado de su nalga. Ana no hizo nada para alejarse de él, ni cambiar su postura, sólo se limitaba a mirar a Federico con enfado y asombro. Al fin y al cabo, era él quien llevaría a cabo una venganza, y no ella. Que estúpida fui, se recriminó. Cansado de su amante ninfómana, quien lo humillaba haciéndole ver cómo otros la poseían, llamó a dos de sus amigos violen. El hombre que estaba a su lado era de unos cuarenta años, con el rostro de rasgos ...
    ... bien marcados, aparentaba ser descendiente directo de alguno de los pueblos originarios. Colocó su mano sobre la cadera de Ana. Era áspera, pero mientras se deslizaba sobre sus piernas la sintió suave. El tipo era muy hábil con las manos, deslizaba las yemas de los dedos con fluidez, como moldeando el cuerpo de Ana, hasta posarla en sus nalgas. — Fede nos habló de vos. —dijo el hombre. De repente sintió que estaba viviendo un deja vú. Ya habían entrado sin permiso a su casa otras veces. Ya la habían obligado a practicar sexo con quien no quería, y ya le habían dicho esa frase “tal persona nos habló de vos” ¿y qué era lo que hablaban de ella? ¿Acaso decían que era fácil? ¿Qué era una puta? Malditos machistas. Una no puede coger con quien quiere que los hombres ya dan por sentado que te da lo mismo acostarte con cualquiera. La indignación se apoderó de ella, pero seguía en la misma pose, recibiendo las caricias en el culo desnudo. Como vio que no oponía resistencia el tercer hombre se dispuso a sacarse la ropa. Era un rubio musculoso, que le resultaba familiar. Bastante joven, quizá no pasaba ni los veinte. — Yo no quiero hacer nada con ustedes. —susurró Ana, y por fin giró su cuerpo evitando que el cuarentón siga tocándole el culo. — No te preocupes, te vamos a tratar bien. —le dijo este. Ana se había cruzado de brazos, tapándose las tetas, pero el hombre tomó su muñeca, y comenzó a separarlos. Ella pensó que iban a usar la fuerza, pero el hombre separaba sus brazos muy despacio, ...
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