1. La novicia que no llegó a profesar al probarme


    Fecha: 25/04/2024, Categorías: Erotismo y Amor Autor: El Manso Embravecido, Fuente: CuentoRelatos

    ... bien elige lugar y hora y me lo escribes en una nota. Me la entregas mañana”.
    
    Ángeles pidió permiso para ir al lavabo (seguro que como excusa para poder leer la nota), y cuando volvió, me hizo un gesto de asentimiento.
    
    Después de almorzar me eché en la cama para descansar un poco. La habitación la compartía con cinco soldados más. Uno de ellos estaba bastante pachucho y a veces lo ayudaba en algunas faenas, ya que las enfermeras estaban desbordadas.
    
    Mucha intimidad en la habitación para masturbarme, la verdad es que no había.
    
    Pasé con ansiedad el resto del tiempo que quedaba para encontrarme con mi monjita.
    
    Por fin llegaron las 16:45 h y me fui arreglando un poco (dentro de los márgenes que te permite el tener que estar todo el día en pijama), para ir veloz a mi encuentro amoroso.
    
    Llego a la salita de estar de la planta 12 y me la encuentro allí. Ya me estaba esperando la pobre. Se me acerca y me dice entre susurros:
    
    –En el hospital no hay rincón en el que no me conozcan. Aquí corro un gran peligro. No me hables y sígueme a unos metros de distancia.
    
    Le hice caso y con disimulo le seguía los pasos.
    
    Ángeles llamó a un ascensor. Al entrar, aprovechando que estábamos solos le di un beso en la mejilla. Después un pico en los labios, y al ver que se dejaba, me lancé a darle un morreo de película de Hollywood.
    
    Cuando el ascensor se paraba en una planta, nos separábamos y guardábamos la compostura. A veces entraba alguien que la conocía. Se saludaban y ...
    ... tenían una pequeña charla. Otras veces entraba gente desconocida, visitas de pacientes, y le hacían una reverencia y le besaban la mano. Cuando volvimos a quedar solos, otra vez nos abrazamos y besamos con locura.
    
    Besar, acariciar y sobar el cuerpo de una chica vestida de novicia en aquella situación tan arriesgada me estaba poniendo a mil. Pero no solo a mí. Ángeles respiraba de forma entrecortada y con inspiraciones profundas.
    
    Cuando por fin llegamos a la planta deseada por ella, nos dirigimos a unos vestuarios que solo se usan por las mañanas, pues las taquillas estaban reservadas para las estudiantes de enfermería en prácticas y estas se iban a las 15 h. ¡Teníamos todo el vestuario para nosotros solos!
    
    Sin muchos preámbulos, pues Ángeles estaba tan cachonda como yo, comenzamos a quitarnos la ropa. Yo no hacía más que besarla y lamerle las orejitas. Fui bajando por el cuello y sus pezones. Después el ombligo. Ella entre gemidos decía:
    
    –¡Lo que me estaba perdiendo! Iba a renunciar a los placeres de la vida por una existencia monacal insulsa! ¡Qué locura! Me has abierto los ojos, Jonathan. Mañana mismo cuelgo los hábitos.
    
    Yo, después de muchos esfuerzos, la convencí para que esperara por lo menos hasta pasar las Navidades.
    
    –Yo accedí a tocar villancicos en la misa porque me prendí de ti, si no, ni loco me tragaba tantas horas de ensayo. Si te vas mañana, yo qué hago.
    
    –Pero eso sería muy hipócrita e inmoral. Seguir como si nada pasara y vestida de monja ...
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