1. Loca por los vibradores


    Fecha: 03/07/2018, Categorías: Masturbación Hetero Autor: Lucrecia, Fuente: CuentoRelatos

    ... de mi dormitorio. —No, niña —negó con la cabeza—, estaba en el cuarto de baño, sobre el lavabo. Enseguida caí en la cuenta y quise que me tragara la tierra. Recordé que aquella mañana, Dani y yo nos duchamos juntos, luego jugamos un rato con el vibrador y terminamos con un reconfortante polvo en la cama. Era obvio que lo dejé en el aseo con intención de lavarlo más tarde y olvidé hacerlo. —No, abu, no es la maqueta de un Zeppelin —respondí con tono jocoso al tiempo que sonreía. Algunas veces, cuando me han pillado en algo y quiero quitar hierro al asunto, suelo recurrir a la broma. Esta situación lo requería. —Bueno… Yo no digo nada —mi abuelo había captado la indirecta— pero, si tú y Dani tenéis problemillas, creo que… —No, abu —le frené en seco—, no es lo que imaginas. No me quedó más remedio que explicarle las circunstancias personales entre mi novio y yo y el motivo por el que lo había comprado. Dejé muy claro que todo estaba superado y que el vibrador tan solo era un complemento en nuestros juegos eróticos que, a la postre, había resultado ser una brillante idea. —Imagino que las cosas han cambiado mucho desde que tú eras un jovencito, abuelo —le dije haciendo gala de mi madurez—. Ahora las cosas han cambiado y las mujeres no nos conformamos con un aquí te pillo, aquí te mato. A medida que le hablaba de la revolución sexual de las mujeres del siglo XXI, le mostraba el funcionamiento de aquel instrumento de placer. Esto despertó curiosidad en mí. —¿La abuela nunca ha ...
    ... usado uno de estos? —le pregunté con total naturalidad. —Si lo ha tenido o no, no lo sé; al menos, yo nunca he visto nada semejante por casa. —Bueno… Semejante, semejante… —dije sin poder evitar una sonrisa burlona—, tienes el mango del cepillo para el pelo o el tubo de pasta dental. Mi abuelo soltó dos sonoras carcajadas. No obstante, la conversación había despertado en él un interés sorprendente. No solo me preguntó por el precio, sino que, además, se interesó por cuestiones relacionadas con el modo de empleo, situaciones en que puede ser necesario y otros detalles que me dejaron perpleja. Finalmente, confesó que todavía, a sus sesenta años, mantenía relaciones esporádicas con la abuela, que iban decreciendo, en cuanto a frecuencia y duración se refiere, con el paso de los años. La razón principal, según confesó, era la falta de motivación por su parte. —Siendo así —le dije—, si tu fogosidad va decreciendo y la de la abuela no, creo que un complemento como este os vendría bien. Sobre todo para ella. —No sé yo si ella… —Ni lo dudes, abu. Seguro que se vuelve loca con algo así en las manos. Piensa que el deseo no tiene edad y que la abuela es tan mujer a sus años como cualquiera. Mira, no está bien que yo lo diga, pero mamá también tiene uno en su mesita de noche y por eso no se termina el Mundo. Mi abuelo se rascó la barbilla, confuso con semejante revelación. —¿Cómo…? ¿Tu madre también…? —Claro, abu. —Ahora las carcajadas eran mías—. A mí no me consta que tenga problemas ...
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